Tal día como hoy del año 1880, hace 143 años, el rey Alfonso XII firmaba el decreto de abolición de la esclavitud a la, entonces, colonia española de Cuba. Siete años antes (1873), Estanislau Figueres, primer presidente de la Primera República española, había firmado el decreto de abolición de la esclavitud de Puerto Rico. En cambio, en las Filipinas, la otra de las tres últimas colonias hispánicas de ultramar, la esclavitud no fue nunca abolida durante la dominación española. No sería hasta el cambio de dominio, de la administración española a la norteamericana (1898), que la lacra de la esclavitud desaparecería de las islas Filipinas.

Con el decreto firmado por Alfonso XII, el reino de España pasaba a ostentar el dudoso honor de ser la última potencia colonial europea en abolir la esclavitud. Portugal había sido la primera, por iniciativa del marqués de Pombal (1761), el reconstructor de Lisboa después del gran terremoto de 1755. Gran Bretaña lo había hecho en 1812, Francia en 1848 (había sido durante la presidencia del norcatalán Francesc Aragó). Los Países Bajos también en 1848. Rusia había abolido la servidumbre (una práctica similar a la esclavitud) en 1861. Y los Estados Unidos acabarían con el fenómeno de la esclavitud en 1865, a la conclusión de la Guerra Civil americana (1861-1865).

A principios de 1880, la colonia española de Cuba y el estado independiente del Brasil eran los únicos territorios americanos donde la esclavitud todavía era legal. En Brasil lo sería hasta 1888. Y en Cuba, la metrópoli colonial española sustituiría la esclavitud por el sistema llamado del "patronato", que era una transformación ficticia de los actores intervinientes: el esclavo se convertía en un jornalero, pero en unas condiciones laborales muy precarias; el amo pasaba a ser el patrón, pero conservaba el poder, a través de la propiedad de los recursos (el latifundio agrario), y el control, a través de la distribución de las tareas. Este sistema sería legal hasta la expulsión de la administración española (1898).