Tal día como hoy del año 1477, hace 545 años, se iniciaban las obras de construcción del muelle de la Santa Creu, el primer espigón del primer puerto de Barcelona. Aquel espigón unía la línea de la costa (en aquel momento situada sobre los actuales paseos de Colom y de Isabel II) con la isla de Maians (bajo el actual mercado de la Barceloneta). Aquel espigón tenía un doble propósito: crear un puerto protegido delante de la Casa de la Llotja y disponer de una dársena para que los barcos atracaran junto a tierra. Hasta entonces, los barcos tenían que fondear delante de la playa, a expensas de las corrientes y de los temporales, y esperar a ser estibados y desestibados con barquitas por los mozos de costa.

La construcción de aquel muelle respondía a la demanda creciente de la actividad marítima de la ciudad. Barcelona era uno de los principales centros mercantiles del Mediterráneo desde el siglo XI y con la apertura de las rutas atlánticas (hacia el golfo de Guinea y hacia el mar del Norte) esta actividad se había incrementado exponencialmente. En el momento en que se iniciaron aquellas obras, Barcelona era uno de los principales centros de seguros navales de Europa. Una parte muy importante de las cargas que se fletaban en los puertos catalanes, o que fletaban armadores catalanes establecidos en los puertos de la Baja Andalucía castellana, de Portugal, de Flandes o de Inglaterra, se aseguraban en Barcelona.

También en el momento en que se iniciaron aquellas obras, los astilleros de Barcelona —que, desde el siglo XI eran de los más importantes del Mediterráneo— estaban a pleno rendimiento. Las cocas catalanas (el tradicional barco mercante catalán) respondían muy bien a la navegación atlántica. Y eso hacía que los astilleros barceloneses recibieran pedidos de grandes armadores de todo el Mediterráneo que tenían intereses en la costa atlántica africana o en la Europa atlántica. En cambio, las galeras (el barco militar mediterráneo por excelencia) no se adaptó a las nuevas rutas, y las carracas, también construidas en Barcelona, las sustituyeron progresivamente.