Tal día como hoy del año 1931, hace 90 años, los mandos del cuerpo del Somatén de Catalunya, comunicaban formalmente al presidente de la Generalitat Francesc Macià, y al capitán general de Catalunya Eduardo López de Ochoa, que iniciaban el desarme. El cuerpo de los Somatenes tenía un origen que remontaba en los alrededores del año 1000, cuando los campesinos se habían organizado para hacer frente a la violencia señorial de los barones feudales. Sin embargo, posteriormente, el Somatén —convertido en un cuerpo paramilitar— se inclinaría progresivamente hacia el bando de los privilegiados; y, desde principios del siglo XIX, se había convertido en una fuerza de choque al servicio de los patrones industriales y de los terratenientes agrarios, en la represión de los movimientos obreros y jornaleros.

Por este motivo, el Somatén, que durante la Edad Media y Moderna había sido una institución muy valorada por la sociedad catalana, había caído en un profundo desprestigio. Había pasado de perseguir la delincuencia y defender la orden allí donde no llegaba la administración (los oficiales de la Generalitat en la época foral o los soldados del ejército español a partir de la ocupación borbónica del país); a convertirse en matones que se dedicaban a apalear líderes sindicales, a reventar manifestaciones obreras, a imponer un estado de violencia y terror a las fábricas y a las grandes explotaciones agrarias; y que, incluso, se habían implicado en la guerra del pistolerismo de Barcelona, al lado del pistolerismo de la patronal y de las bandas de ideología ultraderechista.

El desarme del Somatén venía impuesto por un cambio del paradigma político en Catalunya. Diez días antes (14/04/1931), se habían hecho públicos los resultados de las elecciones municipales del 12/04/1931, y Francesc Macià, el gran ganador de aquellos comicios había proclamado la restauración de la Generalitat y había reiterado su compromiso electoral de dotar el país de una policía propia (los Mossos d'Esquadra) que tendría como misión prioritaria restablecer la paz social y perseguir la delincuencia organizada y el terrorismo en cualquiera de sus formas. En aquel acto, el Somatén estuvo representado, entre otros, por Alfons Sala i Argemí, el responsable del desguace de la Mancomunidad (1923-1925) por orden del dictador Primo de Rivera.