Tal día como hoy del año 1939, hace 79 años, la prensa de la época publicaba que el día anterior (5 de diciembre) las autoridades franquistas de Catalunya ―a través de la Comisión Gestora del Instituto de Seguros Sociales― habían celebrado, en Barcelona, “solemnes funerales en sufragio de las almas de los 152 afiliados a la Confederación Nacional de Sindicatos Libres y a la Agrupación de Juventudes Antimarxistas, que fueron asesinados villanamente durante la dominación roja”. Según la misma prensa, aquel acto fue presidido por los generales Orgaz Yoldi, capitán general de Catalunya, y García Escámez, gobernador militar de Barcelona, y por el personal del aparato político del régimen, Joaniquet y Poblador, representantes del Ayuntamiento de Barcelona y el Auxilio Social, respectivamente.

Los miembros del Sindicato Libre habían estado, en su práctica totalidad, implicados en la crisis del pistolerismo que había asolado Barcelona entre 1919 y 1923. Habían sido protegidos por el aparato policial y judicial del régimen constitucional español y la prensa y la opinión pública los había señalado como los autores de los asesinatos de los dirigentes sindicales Pau Sabater, Evelio Boal y Salvador Seguí el Noi del Sucre, y del abogado laboralista Francesc Layret. Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) habían actual como el brazo armado civil del régimen y durante la II República (1931-1939) habían proseguido con su actividad desde la clandestinidad. Su propio ideólogo, el periodista Estanislao Rico, admitiría que no eran más que simples terroristas.

La Agrupación de Juventudes Antimarxistas había nacido poco después de la proclamación de la II República (1931) al amparo de la Peña Blanca, una asociación antirrepublicana y anticatalanista de Barcelona, formada por elementos reaccionarios relacionados con el anterior régimen dictatorial. Como los miembros del Sindicato Libre, habían sido tolerados y protegidos por el aparato policial y judicial del régimen republicano español, y, también, la prensa y la opinión pública de la época les había señalado como los autores de varios asesinatos, actuando al lado del ejército español, cometidos contra catalanistas y sindicalistas, durante los Hechos del Sis d'Octubre (1934). Habían tenido, también, una participación destacada en el golpe de estado de 1936, al lado de los militares rebeldes.