Tal día como hoy del año 1587, hace 436 años, en el castillo de Fothernighay (condado de Northhampton, Inglaterra), la reina María I de Escocia era ejecutada por orden de su tía, la reina Elisabet I de Inglaterra. María era la única hija del rey Jaime V de Escocia y de su segunda esposa, María de Guisa, y era la única descendiente legítima del rey escocés. Precisamente había sido María, la madre, la que había llevado las cuatro barras catalanas a Escocia. Desde la boda de Jaime y María, los vitrales de la catedral de Edimburgo lucen la bandera cuatribarrada.

María de Guisa, madre de María Estuardo, era descendiente de Violante de Aragón, hija del rey Juan I de Catalunya y Aragón y sobrina del rey Martín I, también del Casal de Barcelona. Violante había sido casada con Luis de Anjou (1400), y a la muerte de su tío Martín, sin descendencia directa, se había presentado candidata a ocupar el trono de Barcelona, cosa que no había sido aceptada a causa de su condición de género. No obstante, la misma Violante y sus descendientes (la casa francesa Guisa) siempre lucieron las cuatro barras del Casal de Barcelona en su heráldico.

María Estuardo tuvo una vida desgraciada. Su padre murió pocos días antes de que ella naciera, y a partir de aquel momento se convirtió en objeto de deseo de todas las cancillerías de Europa. El rey Enrique VII de Inglaterra propuso casarla con su heredero, Arturo, con el objetivo de unificar la isla británica, pero no obtuvo una respuesta favorable. El inglés reaccionó con una campaña violentísima sobre el sur de Escocia. Y la reina viuda la envió a Francia, para protegerla. Allí fue criada, y se acordó su matrimonio con el delfín Francisco, que murió acto seguido.

María, después de pasar toda la niñez en Francia, volvió a Escocia para tomar posesión de su reino. Confió en Lord Darnley y se casó con él, que resultó ser un político torpe y un compañero traidor. Mientras Escocia se debatía entre la pervivencia y la desaparición, murió María I de Inglaterra, tía de María Estuardo, y la escocesa reclamó el trono inglés. Esta sería su perdición. El partido anglicano, formado por los mercaderes y por los gremios, dio apoyo a Elisabet, hermanastra de la difunta María, y la convencieron de que la escocesa era una amenaza que había que extirpar.