Tal día como hoy del año 1536, hace 481 años, el navegante andaluz Pedro de Mendoza fundaba el asentamiento del Puerto de Nuestra Señora del Buen Aire. Mendoza había llegado con las cartas navales del veneciano Sebastià Cabot y del barcelonés Miquel Rifós, que 10 años antes habían sido los primeros europeos que tocaban las costas del Río de la Plata y exploraban la región del Chaco. El cura de la expedición de Mendoza fue la conexión entre los dos viajes. Era de la isla de Cerdeña, entonces una posesión de la Corona catalano-aragonesa, y la devoción que sentía por la  Virgen de Bonaria, popularmente venerada en Cagliari, le inspiró el nombre de la nueva ciudad.

Durante los dos primeros siglos de su existencia Buenos Aires fue una pequeña ciudad con una importancia secundaria. Nunca sobrepasó los 2.000 habitantes, y su economía estaba basada en la explotación ganadera y el curtido de pieles. A partir de 1776 -con la liberalización del comercio americano con la metrópolis-, Buenos Aires inició su progresión. En el año 1779 censaba a 25.000 habitantes -un volumen similar a Reus. Las fuentes revelan que la colonia catalana estaba formada por unas 1.000 personas, que habían emigrado coincidiendo con la gran crisis española de finales del siglo XVIII. El catalán era lengua habitual en los talleres y comercios del barrio portuario de Boca.

Buenos Aires en 1865

Pero la auténtica explosión económica y demográfica se produciría a partir de la proclamación de la independencia. En 1869 tenía 178.000 habitantes -un volumen similar a València-, y en 1895 censaba a 664.000 habitantes -un 20% más que Barcelona-. Las fuentes cuantifican dos contingentes de catalanes: 20.000 claramente consolidados y 30.000 en proceso de enraizamiento, que sumarían casi el 10% de la población de la ciudad. Los catalanes y mallorquines se agruparon para crear asociaciones culturales e instrumentos de previsión -el Casal Catalán, el Montepio de Montserrat- que jugarían un papel destacadísimo en el desarrollo social y económico de la ciudad.