Tal día como hoy, hace 707 años en París, se iniciaba el macrojuicio contra los dirigentes de la Orden del Temple -los caballeros templarios. Creada 180 años antes (1129) se había convertido en una potencia militar y económica con una fuerza equiparable a la de cualquier reino. Y una capacidad de influencia tan decisiva que se permitía marcar la agenda política de las principales potencias de la Europa medieval. Sería -salvando las distancias- el equivalente actual -y aproximativo- a una gran multinacional que presenta una facturación superior al PIB de muchos estados soberanos. También desarrollaron un adelantado sistema financiero que es el precedente más remoto de la banca contemporánea.

Cuando sentaron a los caballeros templarios en el banquillo de los acusados, las crisis medievales que -posteriormente- liquidarían el sistema ya se estaban insinuando. En aquellos años no existía la fórmula del concurso de acreedores. Y cuando el deudor se sentía ahogado actuaba directamente. En Francia, la monarquía y las principales casas nobiliarias estaban fuertemente endeudadas con el Temple. Y en la Corona catalano-aragonesa, también. La acusación se articuló sobre los delitos más recurrentes de la época: brujería y satanismo. Y la fiscalía de París -para vestir las pruebas- recibió la inestimable y desinteresada colaboración de los principales poderes. El Pontificado incluido. La Orden fue literalmente decapitada.

En Catalunya, los templarios tuvieron una destacada importancia en el crecimiento y consolidación de la burguesía mercantil barcelonesa, el poder que hacía de contrapeso a la nobleza militar y la Iglesia católica. Y la expansión comercial mediterránea se impulsó siguiendo los conocimientos y las indicaciones de los templarios. Después del macrojuicio de París todo el patrimonio catalán de la Orden fue expropiado y transferido a la Orden de San Juan del Hospital -los caballeros hospitalarios-. Pero su tesoro no fue encontrado nunca. Y la buena relación que habían mantenido los comerciantes barceloneses y los caballeros templarios alimentó la leyenda del Santo Grial oculto en algún rincón del Pirineo catalán.