Tal día como hoy del año 1874, hace 143 años, el capitán general Pavía -de la región militar de Castilla la Nueva con sede en Madrid- entraba a caballo en las Cortes españolas -con la Guardia Civil a pie- y perpetraba un golpe de estado que dejaba a la I República y su proyecto federal tocados de muerte. La I República había sido proclamada 10 meses antes, cuando el rey Amadeo I -el candidato del general Prim para sustituir a los desprestigiados Borbones- abdicó por la imposibilidad de aplicar un ambicioso programa de reformas diseñado para transportar el Estado español a la modernidad. La I República había sido la respuesta de los sectores sociales más progresistas a la renuncia de Amadeo.

Concentraba la voluntad de todos los sectores políticos comprometidos con la regeneración del Estado español, con un peso importante de los republicanos federalistas inspirados en el modelo norteamericano. Sus primeros presidentes fueron los catalanes federalistas Estanislau Figueras y Francesc Pi i Margall. Y su programa político tenía como principal objetivo resolver el problema del encaje territorial de los países "asimilados" a la nación castellana: los de la antigua Corona de Aragón. Postulaban un modelo similar al actual Estado de las autonomías, con un reconocimiento específico de la realidad social, cultural, histórica y económica de Catalunya, el País Valencià y las Illes Balears.

Mapa de España de 1852

La I República sufrió graves problemas de orden público que minaron su estabilidad. La Revolución Cantonalista -que aglutinaba a la pequeña burguesía y el anarquismo internacionalista en el País Valencià, Murcia y Andalucía-, postulaba la autonomía municipal y reivindicaba profundas reformas sociales, como la jornada laboral de 8 horas. Este movimiento fue aplastado por el ejército, y la República quedó notablemente desprestigiada entre las clases que más esperanzas habían depositado en ella. Los conservadores -el caciquismo sociológico e ideológico- hicieron el resto. Pavía, al tomar las Cortes, la convertía en una dictadura presidencialista dirigida por el general Serrano, que 11 meses más tarde la liquidaba definitivamente entronizando, de nuevo, a los Borbones.