Tal día como hoy del año 1751, hace 273 años, el notario y escritor valenciano Carles Ros i Herbera (València, 1703 – 1773) documentaba, por primera vez en la historia, la ceremonia de la plantà y de la quemà de una serie de figuras efímeras construidas a propósito. Aquel acontecimiento era una manifestación primigenia del fenómeno festivo que acabaría siendo las actuales Falles de València, que se queman por la festividad de San José. Posteriormente, en 1784, hace 240 años, aparecería el primer documento público relacionado con esta fiesta. Era una ordenanza del Ayuntamiento de València que regulaba esta actividad. Por razones de seguridad, prohibía la quema de fallas en calles estrechas, y obligaba a hacerlo en espacios grandes y alejados de las casas.

Esta documentación primigenia tiene una antigüedad que no llega a los tres siglos. Pero otras fuentes documentales revelan que la cremà es una manifestación festiva que se remonta a los siglos XIV y XV. En la València bajo medieval ya se celebraba la cremà, como una festividad pagana que marcaba el fin del invierno (símbolo de la oscuridad y la muerte) y el inicio de la primavera (símbolo de la claridad y la vida), y que las jerarquías eclesiásticas hacían coincidir con la festividad de San José. Este tráfico se expresaba con el encendido de hogueras; como lo hacían, también, en algunos valles del Pirineo que, durante la conquista catalanoaragonesa de Jaime I (siglo XIII), habían alimentado los contingentes colonizadores que habían formado la nueva sociedad valenciana.

En aquellas primeras manifestaciones, la gente lanzaba a la hoguera, de forma espontánea, trastos y herramientas inservibles. Y los carpinteros lanzaban a la hoguera muebles viejos, como una manera simbólica de llamar a superar una época pasada y evocar una nueva etapa de prosperidad profesional. Pero a medida que la fiesta se consolidaba, aparecerían las primeras figuras representativas, llamadas ninots, construidas con el objetivo de proyectar un mensaje crítico con el poder establecido, que acabarían sustituyendo los trastos y los muebles viejos. Estas figuras representativas, llamadas fallas, tendrían su origen en la iniciativa vecinal, a diferencia de otras fiestas de origen medieval promovidas por los gremios.