Tal día como hoy del año 1640, hace 383 años, en Barcelona, estallaba una revuelta que era la culminación de la protesta contra los hechos que estaban sucediendo a Catalunya desde 1635. El conde-duque de Olivares había intentado, sin éxito, liquidar la relación bilateral entre el poder central de la monarquía hispánica y Catalunya, que fechaba del reinado de Fernando el Católico (finales del siglo XV). Había intentado imponer la "Unión de Armas", que calculaba para Catalunya una presión fiscal y militar equivalente a más del doble de su población real.

El fracaso de aquel intento llevó a Olivares a una política de hechos consumados. Declaró la guerra a la monarquía francesa (1635) y situó el principal frente de guerra en la frontera entre el Roselló y el Languedoc. Introdujo 40.000 Tercios de Castilla en Catalunya (un soldado por cada doce habitantes), prescindiendo de obtener la autorización de las instituciones catalanas, y fueron alojados en casas particulares. A partir de aquel momento, los hispánicos se entregaron a la comisión de robos, saqueos, incendios, agresiones, violaciones y asesinatos contra las personas civiles.

En aquel contexto de crisis social y política, especialmente acusada por la crisis económica que se había iniciado en 1627, las clases populares catalanas se rebelaron. El día 6 de junio, un grupo de segadores del centro y norte de Catalunya que estaban en el pla de Barcelona para ser contratados para la siega expulsaron a los militares hispánicos de la villa de Sant Andreu. Y al día siguiente, 7 de junio, los segadores entraron en Barcelona y se entregaron al saqueo, incendio de las casas de las autoridades civiles, judiciales y militares del régimen hispánico; y a las palizas —y en algún caso asesinato— de estas autoridades.

A mediodía del 7 de junio, el conde de Santa Coloma, virrey hispánico en Catalunya, escapaba de la ciudad, abandonando a sus subordinados a su suerte. Saltó la muralla de Santa Madrona por los tejados de Drassanes. Pau Claris, president de la Generalitat, era consciente de lo que podía representar el asesinato del virrey, y había ordenado que un grupo de consellers de la ciudad lo protegiera hasta la playa de Montjuic. Aunque estos se ofrecieron a acompañarlo hasta que la barca que había botado la galera real y que lo tenía que evacuar lo recogiera, el virrey declinó la oferta.

Según las fuentes documentales (Dietario de la Generalitat), los consellers lo dejaron solo en la playa mientras la barca se acercaba. Sin embargo, a última hora de la noche llegaron noticias a Barcelona de que el virrey hispánico había aparecido muerto en la playa de Montjuic. El president Pau Claris ordenó una investigación y ofreció una recompensa a quien aportara alguna información, pero no se averiguó nada. Tres meses más tarde, el rey Felipe IV declaraba formalmente la guerra a Catalunya. Una de las causas que esgrimió el rey hispánico fue "Haber dado muerte al virrey".