Tal día como hoy del año 1945, hace 78 años, en el monasterio de Poblet (Vimbodí, Conca de Barberà), se celebraba la finalización de las obras de restauración del panteón real de Poblet, con una exposición de las tumbas de la casa real de Catalunya y Aragón situadas en el crucero del templo. La destrucción de Poblet se había iniciado en 1835, acto seguido a la promulgación de la Ley de Desamortización de los Bienes Eclesiásticos del ministro Mendizábal. La pequeña comunidad que residía en el monasterio en aquel momento, formada por una docena de monjes, se vio obligada a abandonar su casa.

Casi de forma inmediata se produjo una oleada de robos, saqueos y destrucción perpetrada por individuos de ideología anticlerical de los pueblos de los alrededores del monasterio y por saqueadores profesionales de todo el país. Algunas piezas de gran valor histórico que fueron robadas, acabarían en manos de coleccionistas privados y nunca más han vuelto a Poblet. Y las tumbas reales, donde estaban sepultados los reyes de la Corona catalanoaragonesa y sus familiares, fueron profanadas —en busca de joyas— y los restos de los cadáveres quedaron extendidos por todo el monasterio.

Las obras de restauración fueron iniciadas a principios del siglo XX por iniciativa personal del diplomático, arqueólogo y mecenas Eduard Toda i Güell (Reus, 1855 – Poblet, 1941). Con la constitución de la Mancomunitat (1914-1923) y la restauración de la Generalitat (1931-1939), las instituciones catalanas se comprometieron con las obras de restauración del monasterio, gravemente deteriorado por siete décadas de abandono y de saqueos. Pero el estallido de la Guerra Civil (1936-1939) y el nuevo régimen franquista interrumpieron la labor de recuperación.

El mecenas Eduard Toda tuvo que vencer la desconfianza de las nuevas autoridades y, tras muchas gestiones (implicó a las diputaciones provinciales de los países de la antigua Corona catalanoaragonesa), logró que el Patronat del Monestir de Poblet —que había creado él mismo en 1930 y que había sido intervenido por el nuevo régimen franquista— recuperara la iniciativa de restauración (1940). Toda moriría al cabo de un año (1941), pero su amigo y colaborador, el profesor de historia valenciano Elies Tormo i Monzó, tomaría las riendas del proyecto y continuaría las obras.