Tal día como hoy del año 1510, hace 513 años, en Londres; el verdugo de Tower Hill (el establecimiento penitenciario de la capital inglesa) decapitaba a Edmund Dudley, que durante el reinado de Enrique VII (1485-1509) había sido canciller del Tesoro Real. Con el ascenso al poder de Enrique VIII y Catalina de Aragón (1509), Dudley había sido destituido de todos sus cargos, acusado de apropiación de recursos reales y de enriquecimiento ilegal; encarcelado en la Torre de Londres (Tower Hill), y juzgado y condenado a muerte. Pero la investigación historiográfica moderna sostiene que Dudley fue ejecutado porque era contrario a la alianza entre Inglaterra y la monarquía hispánica, escenificada con el matrimonio de Enrique VIII y de Catalina de Aragón, hija de Fernando el Católico.

Dudley era un convencido partidario de la alianza con Francia. El 1492 había sido el arquitecto del Tratado de Étaples, por el cual Francia pagaría 745.000 coronas de oro en Inglaterra. Pero antes de la muerte de Enrique VII, el futuro Enrique VIII ya había señalado el camino de su política exterior: aceptaría la propuesta de Fernando el Católico, que consistía en casarse con Catalina, viuda de su difunto hermano mayor Arturo. De esta forma, rompía la alianza con Francia y ponía el reino al borde de una nueva guerra, pero evitaba la devolución de la cuantiosa dote que los Reyes Católicos habían entregado para la boda de Catalina y Arturo (1502), que ya había sido invertida en la construcción de varios astilleros y en la dotación de la potente marina de los Tudor.

El conflicto entre Catalina y Dudley venía de la época que la hija de Fernando había enviudado de su primer marido (Arturo, príncipe de Gales, 1502) y había quedado en una incómoda situación. Fernando el Católico, conocedor de la extraordinaria capacidad intelectual de su hija, lo había resuelto nombrándola embajadora de la monarquía hispánica ante Enrique VII, padre de su difunto marido. Había sido la primera mujer de la historia moderna de Europa que había ejercido esta función. Pero en el ejercicio de esta misión (1502-1509) había chocado en varias ocasiones con Dudley, que había intentado por todos los medios desacreditarla y provocar su expulsión de la corte. La boda de Enrique y Catalina precipitaría la ruina y la ejecución de Dudley.