Tal día como hoy del año 1933, hace 89 años, se celebraban las segundas elecciones generales de la II República española, que serían los primeros comicios en los que votarían las catalanas y las españolas. En Catalunya, con anterioridad, las mujeres ya habían votado en un referéndum local (Canet, 1932). También en Catalunya, en aquel momento el único territorio autónomo de la República española, con el nuevo voto femenino ganó la monárquica y conservadora Lliga Regionalista, con 24 diputados, que se presentaba con la marca Lliga Catalana y que recuperaba efímeramente la hegemonía política catalana que había ostentado desde principios de siglo. La Lliga liderada por Agustí Ventosa i Calvell sumó 22 diputados más en relación con las primeras elecciones generales de la República.

En segundo lugar se situó Esquerra Republicana de Catalunya, con 17 diputados, que desde la restauración del régimen democrático (1931) había ganado todos los comicios y se había convertido en el nuevo partido hegemónico de Catalunya: las elecciones municipales de 1931, las elecciones a las Cortes republicanas de 1931 y las elecciones en el Parlament de 1932. Esquerra Republicana, liderada por Francesc Macià, president de la Generalitat, y por Lluís Companys, presidente del Parlament, había perdido a 12 diputados en relación a los comicios generales de 1931. La causa que esgrimieron los republicanos para explicar aquella derrota electoral sería que el gobierno de la Generalitat (ERC) había sufrido un fuerte desgaste.

En España ganó una coalición de derechas e involucionista formada por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) liderada por Gil-Robles (115 diputados), el Partido Republicano Radical (PRR) liderado por Lerroux (102 diputados) y el Partido Agrario Español (PAE) liderado por Martínez de Velasco (30 diputados). La suma de estas tres formaciones representaban 247 de los 473 diputados de las Cortes. Los partidos de izquierdas, sobre todo el PSOE, justificaron aquella derrota acusando a las mujeres de no tener criterio político ni voluntad propia y de votar por indicación del rector parroquial. Pero esta teoría se revelaría un falso pretexto en las terceras elecciones generales (febrero, 1936), que ganaron ampliamente los partidos de izquierda con el voto femenino.