Tal día como hoy del año 1501, hace 521 años, en Londres; se casaban Catalina de Aragón (Alcalà, Corona castellanoleonesa, 1485), hija de los reyes Fernando II de Catalunya-Aragón y de Isabel I de Castilla-León; y Arturoo Tudor (Bradgate, Inglaterra, 1486), hijo primogénito de los reyes Enrique VII de Inglaterra e Isabel de York; y Príncipe de Gales en su condición de heredero al trono. El matrimonio de Catalina y Arturo se había pactado como una alianza entre las monarquías hispánica e inglesa para aislar la monarquía francesa. Catalina y Arturo fueron casados en la catedral de San Pablo —de Londres—; y la ceremonia fue oficiada por el clérigo y diplomático William Warham, que había sido el arquitecto del tratado político entre los consuegros Fernando y Enrique.

Catalina era la hija más pequeña de los llamados Reyes Católicos y la más capacitada intelectualmente. Por este motivo se la reservó para una compleja alianza que requería una constante labor diplomática. El 17 de agosto de 1501 fue embarcada hacia Inglaterra desde el puerto de A Coruña, y después de un accidentado viaje, que resultaría premonitorio, desembarcó en el puerto inglés de Plymouth el 27 de octubre de 1501. Arturo, el prometido de Catalina, no estuvo presente en aquella ceremonia de recepción por problemas graves de salud. De hecho, Arturo acabaría muriendo cuatro meses y medio después de las bodas, a causa de una epidemia denominada "sudor inglés", que asoló las islas británicas. Catalina, que había contraído y sobrevivido a la enfermedad, quedaba viuda.

Después de la muerte de Arturo, Enrique VII (Pembroke, Gales, 1457) impidió que Catalina volviera a su casa paterna. Eso habría implicado la devolución de la abundante dote que Catalina había aportado al matrimonio. Enrique VII la recluyó en la corte; y después de enviudar de su esposa Isabel de York (1503) se planteó la posibilidad de un matrimonio entre el viejo rey (que en aquel momento ya tenía cuarenta y seis años) y la joven viuda (que tenía dieciocho). Aquella posibilidad no prosperó, en buena parte por la oposición de Isabel de Castilla —la madre de Catalina—; pero, en cambio, sí que se negoció y pactó el futuro enlace de la joven viuda con Enrique (Londres, 1491), hermano pequeño de su difunto esposo y heredero al trono, que reinaría como Enrique VIII.