Tal día como hoy del año 778, hace 1.243 años, en Orreaga (actualmente comunidad foral de Navarra), un pequeño ejército formado por varias naciones vascas del Pirineo central y occidental emboscaba e infligía una derrota importante a los ejércitos de Carlomagno, que se retiraban hacia sus dominios después de la fracasada operación de conquista de las plazas árabes oscenses y de Zaragoza. Según algunas fuentes, los vascos emboscaron a los francos para vengar el terrible saqueo y mortandad que el ejército de Carlomagno había infligido a la población de Pamplona. Aquella derrota confirmaría el fracaso del proyecto de creación de la Marca Hispánica.

A partir de la derrota de Orreaga, la cancillería carolingia modificó sustancialmente los planes expansivos hacia el sur. La reina-madre Berta (llamada "la de los pies grandes" a causa de una malformación congénita, y considerada la verdadera arquitecta de aquel proyecto) se convenció —y convenció a Carlomagno— de que las oligarquías árabes de la Frontera Superior —el valle del Ebro— habían repensado su posicionamiento inicial y preferían mantener una buena relación con el poder central de Córdoba. También se convencieron de que los hispani de los Pirineos centrales y occidentales preferían conservar su buena relación con los árabes, y no harían nada para facilitar la invasión carolingia.

A partir de aquella derrota, Berta y Carlomagno centraron todos los esfuerzos expansivos del sur hacia el extremo oriental de los Pirineos. En poco menos de siete años saltaron la cordillera y ocuparon Girona, Besalú, Llívia y La Seu d'Urgell (785). En estas operaciones —a diferencia de lo que había pasado en Zaragoza o en Huesca— la población autóctona colaboró activamente con los carolingios. Tan sólo trece años más tarde de la derrota de Orreaga (801), Luis —el primogénito y heredero de Carlomagno— entraba en Barcelona (también con la colaboración de la población autóctona y especialmente de la comunidad judía local) y la convertía en la capital de la Marca de Gotia.