Tal día como hoy del año 1714, hace 310 años, en Sant Quintí de Mediona (entonces veguería de Vilafranca y actualmente comarca del Alt Penedès), y en el contexto de la última fase de la guerra de Sucesión hispánica (1701-1715) denominada Guerra de los Catalanes (1713-1714), las fuerzas borbónicas francoespañolas entraban en la villa y detenían, concentraban y ejecutaban a sangre fría a más de 800 civiles desarmados e indefensos. Esa masacre fue ordenada por el brigadier español Diego González —del cuartel borbónico de la villa ocupada de Vilafranca—, que comandaba un contingente de 2.600 efectivos armados destinados a la persecución y exterminio de la resistencia catalana.

No obstante, esa operación represiva se encuadraba en el paisaje de violencia extrema que se había fabricado a partir de la extorsión que el régimen borbónico practicaba sobre la población catalana de la zona ocupada. El francés Jean Orry, primer ministro de la cancillería borbónica, pretendía financiar la guerra con impuestos extraordinarios gravados sobre la población de la zona ocupada. Pero tras siete años de guerra (1707-1714), la población civil catalana no podía hacer frente a esa "tributación de guerra" y el aparato de dominación borbónico respondía con la requisa de la cosecha y de los alimentos. Incluso, en algunas ocasiones (como delata la documentación de la época), los borbónicos habían confiscado la casa y la tierra de los civiles.

Esa oleada represiva generó una fortísima contestación. Una semana antes de la masacre de Sant Quintí (4 de enero), la población civil de Sant Martí Sarroca (villa situada a 16 kilómetros al sur) habían emboscado a una columna militar de 150 granaderos borbónicos que se dirigían al pueblo para extorsionar a los civiles. Dicha columna fue masacrada y, a modo de venganza, el brigadier español Diego González ordenaría quemar Sant Martí (que había quedado despoblada) y masacrar Sant Quintí (que daba refugio a los resistentes). Cuando los borbónicos entraron en Sant Quintí, solo quedaban mujeres, viejos y niños, pero eso no impediría el asesinato a sangre fría de más de 800 civiles desarmados e indefensos.

Cinco meses más tarde (junio de 1714), González ordenaría calcinar la villa de Monistrol de Montserrat “por haber dado socorro a los sediciosos”.