Tal día como hoy del año 1558, hace 464 años, en Londres, moría María Tudor y Aragón, que había sido reina titular de Inglaterra desde el 19 de julio de 1553 hasta su muerte y reina consorte de la monarquía hispánica —por su matrimonio con Felipe II— entre 1556 y 1558. María era hija del rey Enrique VIII de Inglaterra y de su primera esposa, Catalina de Aragón, hija de Fernando II de Catalunya-Aragón y de Isabel I de Castilla-León. María no heredó la corona inglesa directamente de su padre, sino que alcanzó el trono después de la prematura muerte de su hermanastro Eduardo VI, que había sucedido a Enrique VIII, y del efímero reinado de Juana Grey.

Cuando se produjo el divorcio de sus padres, María era una joven de diecisiete años que ya tenía una opinión formada siempre favorable a su madre. Por este motivo, su padre la recluyó en una casa de campo, en el interior de Inglaterra, alejada de la corte y condenada a un matrimonio de segunda o tercera línea. Durante aquel largo periodo de exilio (1533-1553), que se prolongó más allá de la muerte de Enrique VIII y abarcó los años de reinado de Eduardo VI, María gestó un odio muy profundo hacia una serie de personalidades políticas y eclesiásticas del país alineadas con la ideología Tudor y con la nueva Iglesia de Inglaterra.

Cuando murió Eduardo VI, el partido aristocrático, que había sufrido especialmente la represión del régimen Tudor, impuso su coronación. A partir de aquel momento, María llevó a cabo una brutal venganza contra las personalidades más destacadas de la cancillería de su padre y promovió persecuciones y asesinatos de personas de confesión anglicana. Según la investigación historiográfica, habría ordenado la muerte en la hoguera de un mínimo de trescientas personas. Por este motivo, las clases mercantiles y populares (las más afectadas por su represión) le colgaron el mote de "Bloody Mary" (María la Sanguinaria). Murió de un cáncer de ovarios.