Tal día como hoy del año 1773, hace 250 años, estalló el motín de las Quintas, una revuelta popular contra el sistema de reclutamiento forzoso impuesto por el régimen borbónico y destinada a completar la tropa del ejército español. Aquel reclutamiento, el primero de una serie denominado popularmente "quintas" (eran reclutados uno de cada cinco chicos) se convocó porque el ejército español no pudo cubrir la oferta de plazas con voluntarios remunerados. El capitán general O'Connor, un francés de origen irlandés importado por el régimen borbónico, impuso a los ayuntamientos catalanes la obligación de censar y sortear a todos los chicos en edad militar y reclutar a los "quintos", que eran militarizados hasta que perdían la vida o hasta que concluía el conflicto al que estaban destinados.

El reclutamiento de aquellos primeros "quintos" representaba una tragedia para sus familias. Muchos de estos chicos eran parte importante de la economía familiar, y para evitar el reclutamiento, recurrieron a argucias como la amputación del dedo índice de la mano derecha o la falsificación de los datos familiares (alegaban que eran hijo de viuda y el único descendiente que quedaba en el núcleo familiar). Hubo casos en que, antes del sorteo de los "quintos", en algunos pueblos del país se produjo la desaparición de todos los chicos, que se emboscaron y acabaron engrosando el fenómeno del bandolerismo. También, en torno a aquel reclutamiento surgió una escandalosa corruptela formada por médicos militares y secretarios municipales, que degeneró en un paisaje dominado por los sobornos y las venganzas.

La rebelión de Barcelona se inició cuando el pueblo tuvo conocimiento de la orden de O'Connor. Según las fuentes documentales, un grupo de hombres subió al campanario de la catedral y tocó a somatén, desafiando las autoridades borbónicas. Al mismo tiempo, otro grupo de hombres intentó escapar por el Portal Nuevo y fueron brutalmente masacrados por la guardia borbónica de la muralla. Se produjeron varias detenciones y el obispo Climent, entre otras cosas defensor de la normalización de la lengua catalana en la vida pública, intercedió ante Campomanes, en aquel momento ministro de Hacienda, para lograr la liberación de los presos, pero Floridablanca, primer ministro, y el mismo Campomanes cerraron la crisis provocando el cese del obispo Climent.