Tal día como hoy del año 1752, hace 266 años, coincidiendo con la Nochebuena se encendían las más de 1.500 farolas de aceite que habían sido instaladas en las calles y plazas de Barcelona. Según las fuentes documentales, aquellas farolas inicialmente solo se encendían en las "noches oscuras", pero sería el primer sistema de alumbrado público general de la historia de la ciudad de Barcelona y de la península Ibérica, que abarcaba la totalidad de la trama urbana. Según las fuentes, las otras novedades de aquel sistema eran: la fuente de alimentación (se habían sustituido las grasas por aceite), el diseño (las lámparas se habían fabricado con cristales prismáticos para multiplicar la iluminación) y la ubicación (las farolas murales se habían instalado a una altura que no dificultaba la circulación de los carruajes).

Aquella no era, sin embargo, la primera iniciativa para iluminar las calles y plazas de Barcelona. En 1599, un siglo y medio antes, el Consell de Cent había instalado 60 parrillas de hierro forjado, distribuidas únicamente por las principales vías urbanas de la ciudad en la época: el entorno de los palacios de la Generalitat, Real y Episcopal, y la casa de la Llotja de Mar. Inicialmente, funcionaban con la combustión de maderas resinosas. El 28 de agosto de 1843 —casi un siglo más tarde de la instalación de las farolas de aceite y solo veinte años después de que en Dresde (Sajonia, Alemania) se hubieran probado con éxito por primera vez en Europa las bujías de gas—, Barcelona, todavía recluida por las murallas por imposición del régimen borbónico, sería de nuevo la ciudad pionera en la península Ibérica en la iluminación pública con esta nueva fuente de alimentación.

Imagen: Grabado de Barcelona (1730) / Institut Cartogràfic de Catalunya