Tal día como hoy del año 711, hace 1.312 años, en un paraje próximo a la desembocadura del río Guadalete (actualmente Andalucía), se iniciaba una batalla que duraría dos días y que enfrentó al ejército de la monarquía visigótica, dirigido por el rey Rodrigo, contra las tropas árabes, comandadas por el general Tarik; que, procedentes del norte de África, habían cruzado el estrecho de Gibraltar a finales del mes de abril anterior. Aquella batalla, que se saldó con la derrota más absoluta del ejército visigótico, marcó el inicio de la conquista y dominación árabe de la península Ibérica. Después de la batalla de Guadalete, los restos del ejército visigótico se dispersaron y el estado visigótico colapsó y se desintegró.

El desembarque de los árabes en el extremo sur de la península Ibérica siempre ha sido motivo de controversia. La historiografía tradicional siempre ha sostenido que los árabes habían llegado como mercenarios para combatir a favor de uno de los bandos de la guerra civil visigótica. Desde hacía décadas, la monarquía visigótica vivía un enfrentamiento permanente entre las oligarquías de la parte central (Toledo) y las del cuadrante nordoriental (Tarragona, Narbona). Según la misma historiografía, las oligarquías de la Tarraconense y de la Narbonense habrían pactado con Tarik presentar batalla y al inicio del combate abandonar el ejército visigótico, para que los árabes destruyeran la facción del rey Rodrigo.

Pero las últimas investigaciones ponen en duda esta versión tradicional. En 1995 varios investigadores de la Facultad de Historia de la Universidad de Sevilla, probaron que, antes del desembarque de Tarik, el islam ya había progresado, clandestinamente, entre las clases más humildes de la sociedad hispanovisigótica, especialmente en las zonas más pobladas de la Península: los valles de los ríos Guadalquivir, Segura, Túria y Ebro. Esta masa de población que había visto en el islam un sistema confesional, social y político liberador, claramente contrapuesto al papel oligárquico y represivo que ejercía la Iglesia católica sobre la sociedad de la época, explicaría la verdadera razón de la presencia militar árabe en el sur peninsular.