Tal día como hoy del año 1934, hace 91 años, en Barcelona, el president Lluís Companys proclamaba el Estado catalán dentro de la República federal española. Aquella proclama era la culminación de una tensa relación entre el Gobierno central y el Govern de Catalunya (el único territorio autónomo de la República española) que se había iniciado el año anterior, cuando un bloque conservador e involucionista había ganado los segundos comicios generales (19 de noviembre de 1933) que se habían celebrado desde que se había proclamado la República. A partir de aquel momento, la escena política española estaría presidida por un asedio permanente del ejecutivo central al Govern catalán.

Este bloque estaba formado por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), de Gil-Robles; el Partido Republicano Radical (PRR), de Alejandro Lerroux, y el Partido Agrario Español (PAE), de Martínez de Velasco; había creado una coalición parlamentaria. Estos tres partidos se habían presentado por separado, y cada uno con su propio programa electoral, pero con un denominador común: la erosión y el derribo del autogobierno catalán, que equiparaban a la autonomía política que tuvo Cuba y que fue la antesala de su independencia (1895-1898), y lo presentaban como la mayor amenaza a la unidad de España.

La proclama del Sis d’Octubre no era una declaración de independencia (el president Companys nunca fue independentista), sino que representaba la voluntad de avanzar hacia un Estado de arquitectura federal. Con aquella proclama, Companys pretendía crear una corriente de solidaridad hacia Catalunya de todos los movimientos políticos del territorio republicano que, en aquel momento, estaban inmersos en el proceso de debate y redacción de sus textos estatutarios (partidos nacionalistas y autonomistas vasconavarros, gallegos y valencianos), y derrotar al núcleo duro del republicanismo jacobino español.  

Pero se demostró que aquella estrategia fue un error. Los autonomistas peninsulares no apoyaron la proclama de Companys, y las fuerzas leales al Govern de Catalunya (Mossos d’Esquadra y Guardias de Asalto) y los milicianos de los partidos políticos y sindicatos independentistas (Estat Català, CADCI) o federalistas (UGT) —los anarquistas de la CNT-FAI se negaron a acudir a la llamada del president— actuaron de forma totalmente descoordinada. La violencia empezó sobre las diez de la noche —cuando los militares y paramilitares españoles salieron a la calle para desarticular el movimiento federalista y consumar la represión.

Al cabo de ocho horas, sobre las siete de la mañana del día siguiente, el president Companys ordenó la rendición, y, en ese momento, el ejército español —que había concentrado docenas de soldados y de piezas de artillería en la plaza Sant Jaume y había disparado indiscriminadamente contra el balcón de Palau— asaltó la sede del Govern catalán con la bayoneta calada. Pasadas unas horas, habían sido detenidos el Govern de Catalunya y 252 personas más. Durante aquellos enfrentamientos murieron 74 personas, resultaron heridas 252 y fueron detenidos más de 3.000 disidentes al Gobierno español. La Generalitat fue intervenida y el Parlamento fue clausurado.