Tal día como hoy del año 1978, hace 45 años, un camión-cisterna de la empresa Cisternas Reunidas, cargado con propileno, explotaba delante del Camping Los Alfaques, situado entre los pueblos de La Ràpita y Alcanar, en la comarca del Montsià. La deflagración alcanzó de lleno al camping, que en aquel momento alojaba a más de 800 personas y provocó la muerte de 217 personas y heridas graves o muy graves a más de 300. Aquel camión-cisterna había sido estibado en la refinería de Enpetrol ―en la Pobla de Mafumet (Tarragonès)― y se dirigía a una fábrica petroquímica de Puertollano (Castilla-La Mancha) por la carretera N-340, en lugar de hacerlo por la autopista AP-7, más segura y apartada de los núcleos urbanos y de las instalaciones turísticas.

Aquella tragedia fue fruto de varias causas, en parte imputables a malas prácticas y en parte a circunstancias ambientales. La cisterna siniestrada tenía una capacidad máxima de 19 toneladas, pero las investigaciones posteriores a la explosión revelarían que en la refinería de Enpetrol habían metido 25 toneladas, con el único propósito de abaratar los costes del transporte. La misma investigación revelaría, también, que esta práctica era habitual en la refinería de Enpetrol y era consentida por la empresa Cisternas Reunidas. También se reveló que la cisterna siniestrada se había construido para transportar alimentos (vino, leche) y no estaba preparada para transportar materiales inflamables ni disponía de mecanismos para paliar la presión en caso de calentamiento de la carga.

La exposición del tanque al sol, durante la estiba —en la refinería de Enpetrol— y a una temperatura ambiental elevada —uno de los días más calurosos de aquel año—, sumado al calentamiento posterior durante el trayecto que recorrió el camión hasta la explosión (más de 100 kilómetros por una carretera repleta de tráfico, atravesando varios núcleos urbanos y en las horas centrales del día), expandieron e inflamaron el propileno, que acabaría explotando en forma de enorme lengua de fuego. Según las mismas investigaciones, aquella lengua de fuego, que se desplazó a una temperatura de 2.000 grados y calentó el agua de la playa a 800 grados, arrasó el camping en pocos segundos, sin dar tiempo a las víctimas a reaccionar.