Por muchos motivos, la comparecencia de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, el próximo viernes en el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) en condición de investigada –antes imputada– por los delitos de desobediencia y prevaricación va a marcar la semana política. Como un hecho excepcional hay que considerar la situación de la presidenta del Parlament y también el hecho de que sea la propia Fiscalía General del Estado la que haya asumido personalmente la querella por decisión de la anterior titular, Consuelo Madrigal. Y como un hecho insólito, que el caso Forcadell haya llegado de la mano de una veintena de diputados a debate de parlamentos como el del Reino Unido y haya sido considerado un ataque directo a la democracia y al parlamentarismo.

Que en pleno esfuerzo del Gobierno español por intentar presentar una cara mucho más amable en Catalunya tenga que sentarse la presidenta Forcadell en el banco de los acusados no deja de ser una metáfora del corsé con que supuestamente se aborda por Soraya Sáenz de Santamaría este diálogo. Lo que sucede es que la realidad acaba siendo de una tozudez abrumadora. ¿Acaso se puede pasar por alto que el expresident de la Generalitat Artur Mas y tres miembros de su gobierno ya han pasado antes por una condición judicial idéntica por la consulta del 9-N? ¿O la permanente espada de Damocles que está situada encima de Puigdemont, Junqueras y el resto del Govern si no detienen su promesa de celebrar el referéndum? ¿Y los miembros de la Mesa del Parlament que permitieron la votación por la que se juzgará el viernes a Forcadell? ¿Y los presidentes de los grupos parlamentarios de Junts pel Sí y la CUP? ¿Y los diputados de estos dos grupos? Y...

Aunque el nuevo fiscal general del Estado, José Manuel Maza, ha guardado silencio hasta la fecha, los procedimientos judiciales abiertos por su predecesora continúan. Y las opciones de una inhabilitación de Forcadell son altas. Al menos, tan altas como las de Mas, Ortega, Homs y Rigau. Por eso va a ser interesante comprobar la musculatura del independentismo, cuyas organizaciones han convocado nuevamente concentraciones, justo en un momento en que las piezas del tablero político catalán van a desplazarse. A Rajoy y Soraya se les empieza a acabar el tiempo ya que la semana siguiente Puigdemont y Junqueras pondrán en marcha el reloj del referéndum con la cumbre convocada para el día 23 en el Parlament.