Desde que se produjo el pasado jueves la explosión del que es, por ahora, el caso Santos Cerdán, la vida política española está a la espera del movimiento que pueda hacer Pedro Sánchez. Su comparecencia de aquel día ha dejado más dudas que sombras y la impresión de que estaba noqueado por las conversaciones que había filtrado el informe de la UCO de la Guardia Civil. Aunque caen chuzos de punta por todos lados, el presidente español ha acostumbrado a los suyos a salirse de todos los atolladeros, por difíciles que sean. Por eso, los ministros, barones y diputados socialistas esperan un golpe de efecto, que su manual de resistencia tenga aún un capítulo más para alargar la legislatura y poder circular en medio de los diferentes casos de corrupción que atenazan al partido, al gobierno y al entorno familiar de Sánchez.
Pero analicemos políticamente los movimientos que puede plantearse. El más natural, dada la aritmética de la legislatura y la contundencia de las acusaciones que implican a los últimos dos secretarios de organización, —veremos hasta qué punto si también la financiación del partido—, sería la convocatoria de elecciones, que no se podrían celebrar ahora (por los plazos reglamentarios tocarían en agosto) pero sí a finales de septiembre. Sánchez lo ha descartado con contundencia, pero no controla la revelación de nuevas informaciones. Si todo lo que se comenta más o menos en público es verdad, aún faltan por salir carpetas mucho más preocupantes para los socialistas.
El segundo movimiento sería presentar una moción de confianza. Para ello requeriría el apoyo de todos los socios de investidura y no parece que pueda contar para este movimiento con Junts per Catalunya y Podemos por diferentes razones. En el caso de la formación de Puigdemont, porque los incumplimientos socialistas de los dos años de legislatura le impiden dar un salto de esta naturaleza sin asumir un riesgo excesivo y quedar abrasado en la operación. Respecto al partido de Pablo Iglesias, no tiene aliciente alguno, ya que la degradación de la izquierda arrastra a Sumar y el sorpasso de Podemos es factible.
Aunque caen chuzos de punta por todos lados, el presidente español ha acostumbrado a los suyos a salirse de todos los atolladeros, por difíciles que sean
La tercera jugada a realizar podría ser una investidura con un candidato socialista alternativo que agotara la legislatura. Para eso se ha especulado durante un tiempo con el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero que, además, ha ido incrementando su protagonismo político a medida que a Sánchez se le complicaba el escenario judicial. Es una opción interesante, pero requeriría tres condiciones que no se dan: que Sánchez le diera paso, que él se atreviera a coger el testigo en un momento en que se mantienen vivos los rumores sobre carpetas judiciales suyas sobre Venezuela y que Junts le hiciera confianza, algo que sería muy difícil pero no improbable llegado el caso.
El último movimiento de los previsibles que tiene delante es no hacer nada. Un poco de magia dialéctica, un relato mejor construido que el del jueves pasado, un cierre de filas político y mediático, amparándose en que él no sabía nada, aunque se aguante con pinzas, y resistir. Tirar de su manual, en lo que es ciertamente un experto. A partir de aquí, surgen escenarios mucho más complejos, golpes de efecto para detener el alud que tiene delante. Podría dimitir de secretario general y conservar la presidencia del gobierno, con un alegato de que el gobierno no ha quedado afectado y facilitar que el partido iniciara una catarsis a partir de un congreso extraordinario. Ganaría tiempo, seguro, aunque crearía una extraña bicefalia. Pero ese es ahora un problema menor.
En cualquier caso, los acontecimientos van tan deprisa que corre el riesgo de que le pase una apisonadora por encima. No solo electoralmente, sino que se acabe produciendo un levantamiento territorial, como ya han empezado a hacer Lambán y Page. Veremos quienes serán los siguientes porque si se instala la percepción de que el uno está tocado, todo irá mucho más rápido.