Las vergonzosas imágenes de casi un millar de personas atrapadas en un tren de Rodalies durante casi una hora, por una avería de suministro eléctrico, entre Bellvitge y Sant Feliu de Llobregat y después de este tiempo saltando a la vía y poniéndose a caminar para poder llegar a la estación, son la viva imagen del indigno e inmoral trato ofrecido por el gobierno español a los catalanes durante décadas. Claro que los diferentes gobiernos catalanes son responsables, ya que el estropicio se ha larvado durante años, entre engaños, mentiras, promesas de inversiones y varias tomaduras de pelo de los diferentes gobiernos del PSOE y del PP.
Todos sabemos lo que ha pasado y también la indiferencia de los sucesivos gobiernos españoles ante la demanda de los diferentes consellers de turno. Recuerdo perfectamente un almuerzo con un ministro hace bastante más de una década al que trataba de explicar las enormes consecuencias negativas, tanto para empresas como para trabajadores, del funcionamiento de la red de Rodalies. Desde el estrés de los cientos de miles de personas que lo utilizan a diario hasta las enormes pérdidas para miles y miles de empresas. No voy a dar detalles de la persona que, con un cierto pasotismo y también un aparente aburrimiento, me escuchaba, pero era del mismo partido que hoy ocupa la Moncloa.
Hemos convertido en algo habitual que Rodalies nunca funcione
Su respuesta fue aún más decepcionante: "¿Pero y el Ave? Los catalanes nunca valoráis el esfuerzo que hacemos desde Madrid". Un tren de alta velocidad que, por cierto, ya empieza a ser normal que los horarios tampoco los cumpla. Mientras, el enfado con Rodalies crecía y los años transcurrían, el problema se cronificaba y nadie se hace responsable. Hemos convertido en algo habitual que nunca funcionen, que se vaya anunciando la transferencia de las competencias en pomposas ruedas de prensa y se pidan disculpas y más disculpas cada vez que hay algún problema. Que de hecho esta última semana ha sido todos los días. Ciertamente, suena a ingenuo repasar las declaraciones del director de Rodalies de Catalunya, Antonio Carmona, conocedor de primera mano de los problemas existentes y buen profesional, cuando el pasado 12 de noviembre enfatizó que "Ahora sí, en Renfe, nos sentimos acompañados por la Generalitat", por el hecho de ser del mismo partido las dos administraciones.
La jornada ha tenido otro actor político importante: el ministro Óscar Puente. El siempre locuaz ministro se ha evaporado y en sus activas redes sociales nos ha hablado de su visita a Jaén, de su emoción de firmar el libro de la Diputación frente a un retrato de Miguel Hernández y de las lluvias en Murcia. En los cinco días de caos solo hemos sabido de él por un tuit en que señalaba el pasado lunes a las 18 horas que Roda de Bará ya estaba en funcionamiento, cosa que no era verdad, sino que a esa hora se habían iniciado los primeros problemas. Por cierto, tampoco sabía el nombre, ya que es Roda de Berà. Unas palabras pidiendo perdón no hubieran solucionado el caos de este viernes, pero, al menos, hubiera demostrado que tenía una mínima educación.
La paciencia de los ciudadanos no es ilimitada, por más que el poder político piense siempre que puede canalizar el malestar de la gente. Un día habrá un problema grave y cuando eso suceda no habrá pasado por casualidad, sino por agotamiento.