Debería ser una noticia en un país que presume de serio -y que, por otro lado, lleva seis meses con un gobierno en funciones y ha tenido que convocar nuevas elecciones por la manifiesta incompetencia de sus dirigentes- que en una zona de su territorio hubiera un caos como el que ocasionaron este jueves Adif y Renfe a los ciudadanos de Catalunya. En esta ocasión, por la avería entre Reus y Tarragona y también por la huelga de los maquinistas, pero solo hace falta recurrir al archivo de El Nacional en sus pocos meses de vida para encontrar otras razones. Y es que pasa el tiempo -no los días, las semanas o los meses sino los años- y todo continúa igual (de mal). Un año no se presupuesta el dinero necesario por parte del Ministerio de Fomento para mejorar la red ferroviaria, hay un gran alboroto mediático y alzan su voz desde la Cambra de Comerç hasta Foment del Treball pasando por el Cercle d'Economia, y a la vista del escándalo mayúsculo se incorpora a las cuentas del Estado la partida económica correspondiente.

Se produce entonces una gran tranquilidad colectiva de las diferentes instituciones que habían alzado su voz, ¿pero qué sucede entonces? Que mucho tiempo después, cuando se procede a la liquidación del presupuesto este dinero se ha gastado en otras cosas y casi nunca en infraestructura en Catalunya. Veamos, por ejemplo, los 306 millones previstos entre 2014 y 2016. Tan solo han entrado en servicio un 2%, y se han ejecutado un 25% de las inversiones que Adif tenía previsto para 2015 y el 5% de las presupuestadas para Renfe. Claro, así ya se pueden ir pintando en un papel inversiones y quedar bien, si después todo queda en papel mojado.

Y este no es un tema que tenga nada que ver con la situación política de confrontación entre la Generalitat y el Gobierno central -y si lo fuera, el Ministerio también estaría obligado a cumplir- ya que se remonta a mucho tiempo atrás. Reclamar un trato justo debería ser el mínimo común denominador de todas las fuerzas políticas catalanas, sobre todo de aquellas que defienden la inviabilidad del proceso soberanista y advierten de todas las plagas de una decisión en esta dirección. En lo que compete a Renfe y Adif el trato es tan insultante y hace tantos años que dura que dificilmente podríamos estar peor. Y deberían ser los primeros en reflexionar en ello.