¿Ha decidido la CUP tumbar al Govern de la Generalitat y hacer descarrilar el proceso político que vive Catalunya? Cuando se les pregunta a los diputados cupaires todos responden al unísono que no, que se trata tan solo de una negociación presupuestaria y que lo que pretenden es revertir una serie de políticas que tienen que ver con la austeridad y los mandatos de la troika. Lo decía este mismo domingo la diputada Eulàlia Reguant en una entrevista publicada en El Nacional. Lo que sucede es que sus palabras se corresponden poco con los hechos y con la gravedad de la situación política que pueden acabar provocando. Una derrota de los presupuestos, sean como se dice ahora autonómicos o no, es parlamentariamente hablando un hecho grave en cualquier país que se precie. Es tan así que el vicepresidente y conseller d'Economia, Oriol Junqueras, para buscar las mayores complicidades posibles dijo en la presentación de los mismos que las cuentas eran socialmente los más ambiciosos de la historia.

Lo cierto es que aunque los presupuestos siempre son la cuadratura del círculo, el incremento de más de 800 millones en las partidas sociales justifica una declaración tan solemne. Entonces, ¿qué está pasando con la CUP? No parece fácil explicarlo en pocas líneas pero seguramente habría que retrotraerse a las elecciones del 27 de septiembre. Los comicios otorgaron a la formación anticapitalista una posición central en la política catalana que no querían ni tampoco saben gestionar y que lo ha complicado todo. Los cupaires no quieren participar de la gobernabilidad, tuvieron que aceptar el cambio de president de la Generalitat a regañadientes y la jugada no les ha salido políticamente hablando como algunos esperaban. Artur Mas no está pero si están Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, que no quiere hacer unos presupuestos que no sean rigurosos. La CUP se mueve, como siempre, entre dos líneas rojas en las que pretende asfixiar al Govern. Y así, cada día que pasa la actitud de sus diputados es más beligerante.

A ello se ha sumado el conflicto de Gràcia, donde la opinión pública ha acabado siendo mayoritariamente muy crítica con la semana de incidentes y de violencia en las calles del barrio. Las imágenes que se han divulgado y la campaña contra medios de comunicación ha acabado por focalizar el conflicto como una suma de actos de violencia muy alejados de las actividades iniciales del llamado Banc Expropiat. Todo ello, sin duda tiene sus ramificaciones en el presupuesto de la Generalitat y en las posibles soluciones para el acuerdo. La CUP es muy libre de forzar la devolución de los presupuestos al Govern pero que no busque excusas cuando tiene una muy fácil al alcance de la mano: basta con decir que no quiere que este gobierno los saque adelante. Habrá muchos que les aplaudirán. Y también los habrá que respirarán muy tranquilos. De la derecha y de la izquierda. Así es la política.