La no inclusión de Mariano Rajoy en la lista de comparecientes solicitada por el PSOE para la comisión del Congreso de los Diputados que debe abordar la Operación Catalunya, no por imaginable deja de ser una noticia muy negativa. ¿Qué hacen los socialistas escondiendo la cabeza debajo del ala tras la multitud de noticias que confirman que desde el Gobierno español se estableció una red policial y de las cloacas del estado para divulgar noticias falsas sobre los independentistas? ¿Qué hace el partido que hoy gobierna España poniéndose de perfil cuando consta que la orden de llevar a cabo investigaciones irregulares, y por tanto ilegales, para desacreditar a muchos de sus dirigentes salió desde las más altas esferas del Gobierno de la época? Ya sé que la respuesta solo puede ser una: protegerse los unos a los otros en cuestiones autodenominadas de estado y donde quien manda sabe que puede contar con el leal partido de la oposición.

Las bofetadas son para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, la ley del solo sí es sí, el retorno o no a su posición de mando de la Guardia Civil del general Pérez de los Cobos o el caso Tito Berni o cualquiera de los innumerables episodios de corrupción que les persiguen. Pero cuando se trata de la unidad de España, la respuesta política a aquellos años la dio el gobierno del PP y el PSOE lo avaló por detrás con pactos que aún no han sido del todo explicados, pero que recogían un compromiso que ha sido invariable desde el inicio de la transición: en esto, estamos juntos y no iremos mucho más allá de lo estrictamente necesario. Y así está siendo y así será.

Como así fue, en otro capítulo grave de la historia, cuando se empezó a poner negro sobre blanco en la guerra sucia del Estado contra ETA y la aparición de los GAL. El PP, con Manuel Fraga a la cabeza, esquivaba la confrontación con Felipe González y el debate sobre el señor X. Más tarde, José María Aznar dejó hacer a medida que se iban publicando noticias y sabiendo cosas, centrándose más en la corrupción socialista que en los GAL. Esta entente entre PSOE y PP en estas cuestiones siempre ha tenido un margen amplio de desencuentros, pero sin llegar a situarse ninguno de los dos como un partido de oposición. En este caso, no va a ser diferente y la Operación Catalunya va a nacer muy encorsetada si no tiene entre sus comparecientes, de Rajoy hacia abajo, a todos los protagonistas de aquellos años, con Soraya Sáenz de Santamaría a la cabeza y los responsables del Centro Nacional de Inteligencia desde el año 2012 con el general Félix Sanz Roldán a la cabeza.

Toparla con Jorge Fernández Díaz y María Dolores de Cospedal es, políticamente hablando, un fraude. Todo el mundo sabe que el que fuera ministro del Interior compartía con el presidente del Gobierno cualquier decisión sobre Catalunya por pequeña que fuera, y la mayoría de las veces con Jorge Moragas, su jefe de gabinete, nacido en Barcelona y actualmente embajador en Tanzania. En este círculo de personas de la primera corona de confianza del inquilino de la Moncloa en aquellos años también estuvo, hasta finales de 2016, José Manuel García-Margallo, caído en desgracia por su locuacidad, su confrontación con Soraya y sus ambiciones personales.

Vamos a ver si, pese a que el PSOE no ha pedido comparecencias claves, acaba votando las que pongan encima de la mesa los grupos independentistas catalanes o se oculta detrás de la inevitable falta de consenso que se va a producir. Sería una manera de entrar por la puerta de atrás, pero una mínima esperanza de que se pueden llegar a trazar nuevos hilos de investigación o que no se impide avanzar en la confirmación de la persecución de aquellos años.