Ni que sea por un día, el Parlament de Catalunya se convirtió este martes en la casa de los payeses. Al menos, la caja de resonancia de sus reclamaciones y también de sus desgracias. Igualmente, de su soledad. De su abandono. De la incomunicación entre la ciudad y el campo, con dinámicas diferentes y velocidades diferentes. El payés solo sabe apostar a futuro. Necesita ver un horizonte a su actividad. Un motivo para el optimismo en medio de un mundo que se le está escapando y que, además, parece no contar con él. Entiendo que todo esto es muy difícil de entender en la ciudad, donde la gente cada vez tiene menos oficios y se conforma con tener trabajo. Que no es poca cosa. Pero el payés que solo quiere ver la tierra, la tierra y la tierra no puede participar de esta superficialidad de la ciudad.

Como es normal, no gustaron en exceso las críticas de los payeses, que en un tono más que correcto pusieron patas arriba lo que se había hecho en las últimas décadas. Porque aquí y en todos sitios, con este sector primario de la actividad productiva del país siempre se llega tarde. Seamos claros: las políticas de los diferentes gobiernos no han estado pensadas para la gente del campo. Tampoco son tantos, piensan en los cuarteles electorales de los partidos, supongo. Si hacemos caso a los últimos datos de 2020, ahora serán peores, la población activa agraria ascendía a algo más de 70.000 personas, lo que supone unas pocas décimas más del 2% de la población activa de Catalunya.

Menos de un campo de futbol como el viejo Camp Nou, debe pensar algún sesudo y bien pagado experto en poner el termómetro electoral. En esa corriente de invisibilidad del sector, incluso perdieron el nombre de la conselleria para integrarse en uno con más mensaje, que se dice ahora: Conselleria d'Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural. ¿Quién no está a favor de la lucha contra el cambio climático que llena páginas de diarios y un sinfín de reflexiones sobre el futuro del planeta? Ahora recuperarán el viejo de Conselleria d'Agricultura, Pesca i Ramaderia, que ya fue la tarjeta de vista del veterinario Agustí Carol en el primer gobierno de Jordi Pujol en 1980.

Aquí y en todos sitios, con este sector primario de la actividad productiva del país siempre se llega tarde

Teniendo en cuenta los pocos debates monográficos en el Parlament sobre el sector del campo, el anterior fue en 2014 bajo la presidencia de Artur Mas y había habido otro en 2010 con José Montilla de president, mucho me temo que se acabarán antes los payeses o el número de personas que se dedican al campo irá mermando irremediablemente. Ya sé que el país tiene muchas urgencias y prioridades y que la política siempre es escoger, priorizar. Elegir lo urgente o lo importante. Lo que da rédito electoral o lo que genera progreso en el país. Lo que asienta un país con un futuro mejor o lo que son políticas innovadoras en nuevas áreas más propias de países ricos cuando somos un país pobre y mal financiado.

Por muchos motivos, me siento muy próximo a las reivindicaciones de los agricultores. Conozco su sufrimiento y no hacen comedia. Como son enormemente listos, saben que el foco de este martes es pasajero y en breve volverán a desaparecer, a hacerse invisibles sus reclamaciones. Pero no serán solo ellos los sacrificados. Lo acabaremos padeciendo todos.