Desde el pasado domingo, fecha en que se perdió el contacto con el submarino desaparecido junto al Titanic, con cinco personas a bordo —el piloto y cuatro pasajeros—, un auténtico boom mediático a escala mundial está detrás de conocer si van a poder ser rescatados con vida. La Guardia Costera de Estados Unidos continúa buscando en la zona cercana a la isla canadiense de Terranova, mientras el aire respirable dentro del sumergible cada vez es más escaso y se calcula que es, en el mejor de los casos, de un día de vida. Está bien preocuparse por salvar una vida, ya que todas son iguales. Pero sorprende que al tratarse de un caso periodísticamente tan goloso y con todos los elementos cinematográficos para un relato casi al segundo, haya esta preocupación tan generalizada cuando otras muertes mucho más cercanas caen en el anonimato o no logran superar los minutos basura de un informativo de televisión.

La empresa promotora de la expedición, OceanGate Expeditions, ha hecho muy bien su trabajo, que no es otro que darle el mayor impacto a la noticia. La desaparición del sumergible, muy cerca de este punto, con las cinco personas a bordo, se notificó el pasado lunes, poco después de perder contacto con tierra firme el domingo, según la empresa promotora. La Guardia Costera de Estados Unidos continúa buscando en la zona cercana a la isla canadiense de Terranova mientras el aire respirable era ayer de tan solo 40 horas.

Mucho más cerca de nosotros, un menor muerto y 30 desaparecidos es el balance provisional de un naufragio frente a las islas Canarias tras haber pedido ayuda a España. La zódiac que había zarpado desde el Sáhara con 60 personas a bordo, fue localizada el martes a unos 150 km de Gran Canaria. Y se cumple ahora una semana del naufragio de un pesquero en el mar Jónico, en las costas de Grecia, donde 79 migrantes han muerto y más de 200 han desaparecido. Alrededor de un centenar de migrantes fueron rescatados con vida, pero viajaban más de 400 personas en una embarcación con 30 metros de eslora. Según medios locales, viajaban en el pesquero entre 400 y 700 personas. Estamos entrando en el verano, la época del año más propicia para que se intente cruzar el cementerio del Mediterráneo o del Atlántico desde África con destino a España o a cualquier otro destino del sur de Europa.

Europa conoce perfectamente el problema, ya que se habla cada año del mismo. Pero el resultado es que se hace entre poco o nada mientras las aguas se van llenando de cadáveres. La Unión Europea se limita a hacer recuento de cadáveres y a explicar sus políticas sin conseguir que en origen pasen cada vez menos la necesidad que tienen de jugarse la vida por un futuro diferente. Es un pez que se muerde la cola, mientras las mafias hacen su dinero a costa de vidas humanas. Lo hemos visto en documentales o en reportajes muy bien trabajados y sabemos perfectamente cómo funcionan y el poco valor de la vida humana. Es una auténtica tragedia que una sociedad insensibilizada, más allá de la lagrimita fácil del momento, dedique horas y horas a hablar del sumergible del Titanic y pase por alto todas estas muertes que van a azotar nuestra conciencia este verano. Y eso que estamos en el inicio de más de tres meses en que leeremos estas noticias a diario. Ciertamente, hay naufragios de primera y de segunda.