Acaba de pasar de nuevo en las elecciones municipales italianas. Las alcaldías de Roma y Turín han caído en manos del Movimiento 5 Estrellas (M5S), que se autodefine como una libre asociación de ciudadanos, que está en contra del sistema político tradicional y que fundó en 2009 el cómico Beppe Grillo. No hay elección en que las clases medias no expresen su repulsa a cómo se ha gestionado la crisis económica. En contra de lo que muchas veces se afirma, no es tanto que los ciudadanos estén girando hacia formaciones de la extrema derecha o de la extrema izquierda. Simplemente, buscan refugio en nuevos partidos, muchas veces populistas, que renueven a fondo el enquistamiento después de varias décadas de poder.

¿Qué tienen en común Francia, Austria, Grecia e Italia (después de estas municipales)? La penetración de un nuevo populismo que desbarata los esquemas políticos tradicionales, arrinconando al centroderecha (democristiano) y al centroizquierda (socialista). El revolcón sufrido por el primer ministro italiano, Matteo Renzi, el líder del Partido Democrático (PD), hay que leerlo en esta clave y así un político joven y fresco (tiene tan solo 41 años) que llegó a la jefatura de gobierno en 2014 empieza a ser devorado por su falta de respuesta a los problemas de las clases medias.

Veremos en qué medida lo que ha sucedido en otros países acaba poniendo patas arriba el mapa político español el domingo que viene. Podemos, la formación de Pablo Iglesias, lucha descaradamente por este espacio y ha limado las principales aristas que le hacían refractario a un sector del electorado: un ariete comunista por su alianza con Izquierda Unida, un candidato dispuesto a dar apoyo a las propuestas de los independentistas y un político sin experiencia de gobierno, de ahí su insistencia en que Colau y Carmena son discípulas suyas. Hoy, tras un lífting apresurado es un político socialdemócrata que elogia a Zapatero (ya no ataca la cal viva de Felipe González), las líneas rojas de compromiso inequívoco con el referéndum de Catalunya han dado paso a una consideración mucho más laxa basada en que es una opinión a negociar y, finalmente, asienta su experiencia en alcaldes del cambio.

El terreno español y también el catalán está suficientemente abonado en esta campaña electoral donde el frame que han impuesto los estrategas de dos los principales partidos, con el inestimable apoyo de las empresas privadas de televisión, es muy sencillo y busca los extremos: PP o Podemos. Es la apuesta más morbosa y la que acaba subiendo el share en televisión. Veremos hasta qué punto en esta última semana (con el puente de Sant Joan por en medio) se abre paso una mínima agenda catalana. En el debate de TV3 se empezó a visualizar, aunque quizás sea demasiado tarde. Los media han comprado la idea de un debate a cuatro que ha expulsado en buena medida a Esquerra y a CDC. Para los republicanos es clave imponer este debate si quieren tener opciones de ganar a En Comú Podem y ser primera fuerza en Catalunya en unas elecciones generales. También para Convergència, atrapada entre un partido viejo en vías de extinción y uno nuevo que aún no ha nacido. Eso sí, con un president de la Generalitat, Carles Puigdemont, con una cota alta de popularidad aunque no sea candidato en estos comicios.