En estas elecciones José Ignacio Wert no se presenta. De hecho, tampoco fue candidato en las del pasado 20-D ni en las que, cuatro años antes, dieron al Partido Popular la mayoría absoluta en las dos Cámaras legislativas españolas, el Congreso y el Senado. Pero la herencia de su nefasta gestión al frente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte entre diciembre de 2011 y junio de 2015 sí está presente. Sin ir más lejos, su batalla por lo que él mismo denominó la españolización de los niños catalanes desembocó en una de las iniciativas más estrambóticas de su ministerio y del Gobierno: incentivar con 6.000 euros a las familias catalanas cuyos hijos en edad escolar quisieran recibir la escolarización en castellano. A su disparate se han apuntado, según la Generalitat, un total de 20 familias. En consecuencia, 120.000 euros serán descontados de las correspondientes transferencias económicas que realiza periódicamente el Gobierno español al catalán.

Aunque la iniciativa de Wert ha pinchado, ya que el objetivo era que la Generalitat rectificara el modelo educativo –cosa que no ha sucedido– o bien que se apuntaran cientos de familias al aguinaldo del Gobierno español a cuenta del dinero de la Generalitat –cosa que tampoco ha sucedido–, decisiones como esta también tendrían que estar presentes en el sentido del voto de los electores. No tendría que salir gratis provocar un cisma en la comunidad educativa en su conjunto, ya que Wert consiguió algo que normalmente no está al alcance ni de los peores políticos: tener en contra a todos los sectores educativos y que todos los partidos acordaran que en un nuevo gobierno procederían a derrocar su polémica ley de educación, la LOMCE.

Hoy Wert es embajador ante la OCDE, donde ha encontrado acomodo junto a su nueva esposa y excolaboradora Montserat Gomendio, que previamente había sido designada directora general adjunta de Educación, también en la OCDE. Wert, seguramente, se reirá del dinero que dejará de ingresar la Generalitat por su caprichosa decisión. Desde su impresionante apartamento de 500 metros cuadrados en la lujosa avenida Foch de París y un sueldo nada despreciable de 10.000 euros al mes, las cosas se deben ver de otra manera. Lástima que su gestión no pueda valorarse en las urnas.