El humorista Miguel Gila, madrileño de nacimiento y fallecido en Barcelona, se hizo famoso en las últimas décadas del siglo pasado con una especie de diálogos a través del teléfono, que en realidad no eran otra cosa que monólogos, en los que encarnaba diferentes personajes, a veces un soldado que intentaba hablar con el enemigo, otras sobre la guerra, un hombre a punto de casarse, los viajes o la factura del colegio. Entre estos, hay un monólogo, menos conocido pero desternillante, en el que llama a la Casa Blanca para hablar con el presidente de la época, Ronald Reagan. Gila quedaría hoy sin duda sorprendido si escuchara al ministro portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, recomendando al president de la Generalitat, Carles Puigdemont, que haga un Gila, que no es otra cosa en las relaciones actuales entre el gobierno español y el catalán que llamar por teléfono y mantener un monólogo, porque, al otro lado, no hay nadie.

Como profesor honorífico del humor, Gila se sentiría honrado si hubiera podido escuchar las palabras de De Vigo en la entrega del Premio Cervantes a Eduardo Mendoza, en que consideró el humor cumbre de toda inteligencia literaria. El ministro portavoz se sentó este viernes en la mesa en la que tradicionalmente ofrece su conferencia de prensa tras el Consejo de Ministros para explicarnos que la carta enviada por el president Puigdemont a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, no había llegado y que lo que tenían que haber hecho desde la Generalitat era llamar para comprobar que la carta había llegado a su destino tanto si la había enviado por correo ordinario como por correo electrónico. O sea, que entre tanto papeleo, quién sabe.

A diferencia de Gila, De Vigo no es un cómico reconocido, aunque entre sus competencias como ministro de Cultura también estén el teatro y el circo y pese a que el sector se queje de que no suela asistir a la gala de los Premios Max, que se acostumbra a reunir anualmente en una velada en Madrid. Y a todo esto, ¿qué dice la presidenta del Congreso, destinataria de la misiva? Por ahora nada, quizás porque los horarios del Congreso de los Diputados son muy diferentes y el viernes no se considera normalmente un día hábil a los efectos de sesiones plenarias. Aunque, al final, a nadie le choca en Madrid que sea el portavoz del Gobierno el que se pronuncie sobre la recepción de una carta que tiene otro destinatario. Algo no tan diferente como cuando se anuncian decisiones de la fiscalía o de la justicia. Separación de poderes, claro.