Las imágenes que nos deja la huelga de taxis en Barcelona son absolutamente inaceptables. Como lo son el chantaje permanente para conseguir sus objetivos, sus amenazas en convertir la capital catalana en una ciudad con movilidad imposible cuando haya grandes acontecimientos (como el congreso del Mobile) o sus intimidaciones para impedir que la administración encuentre una fórmula de convivencia entre el taxi y los vehículos de transporte con conductor (VTC), donde se agrupan plataformas como Cabify o Uber. A nadie pueden dejar indiferente, seguramente tampoco a muchos taxistas, las impactantes imágenes de agresiones a conductores de VTC en el centro de Barcelona. La razón que uno pueda llegar a tener se pierde con actuaciones así, que, lamentablemente, no es la primera vez que se producen. Bien haría la administración catalana en mantenerse firme en sus posiciones si las considera justas y equilibradas en una disputa que también debe tener en cuenta al ciudadano. En este caso, al usuario, facilitándole ofertas diferentes.

Hace tiempo que el conflicto entre el taxi, los VTC y la administración está encallado. La demanda de los taxistas de que la solicitud de VTC se haga con, al menos, doce horas de antelación, consolida la situación actual. Es obvio que el sector del taxi ha hecho mejoras en los últimos años. Y ha tratado de ponerse al día con inversiones importantes para ser lo más competitivo posible. Pero el régimen, en la práctica, de monopolio,debe dar paso a otro de mayor competencia. Preservando la realidad actual, pero no cerrando los ojos ante nuevas realidades.

Barcelona no puede ser diferente a París, Bruselas, Berlín o tantas otras capitales donde se ha alcanzado una convivencia razonable; después, es el usuario el que acaba realizando la elección. Este proceso puede ser escalonado y preservar derechos que actualmente existen. Pero, así como la protesta es legítima, la violencia no solo encona las posiciones, sino que deja fuera del terreno de juego las reclamaciones de aquellos que las formulan. Solo hace falta ver la reacción en las redes sociales a las agresiones que sufrieron los conductores de Uber y Cabify, que rápidamente se hicieron virales, y que mostraban a uno de ellos atendido en el suelo con un desfibrilador por agentes de la Guardia Urbana, después de que su vehículo fuera atacado violentamente por manifestantes del taxi y se vivieran escenas de terror.

Lo cierto es que, a la vista de los acontecimientos, este viernes el sector del taxi se ha dejado muchas plumas en la defensa de sus posiciones. Cuando antes rectifique, mejor.