Entre el silencio cómplice del gobierno español y de las principales instituciones del Estado, la fuga de Juan Carlos I para refugiarse en los Emiratos Árabes Unidos cumple sus cien primeros días. Su huida, en pleno mes de agosto, una vez se hizo insoportable su permanencia en Madrid y en el Palacio de la Zarzuela, después de que afloraran en la prensa las semanas anteriores numerosos casos de corrupción, fue el final de juancarlismo como una manera de aceptar la monarquía sin ser monárquico. El paraguas institucional español se hizo añicos y ello solo era el principio de las revelaciones que han afectado al jefe del Estado entre 1975 y 2014.

En estos meses, se han seguido proyectando sobre el rey emérito un reguero de noticias sobre nuevas cuentas en el extranjero o sobre el uso de de tarjetas de crédito opacas. Nada de lo que ha ido apareciendo ha movido la posición de los partidos constitucionalistas, Vox incluido: ni comisión de investigación parlamentaria, ni retirada del dispositivo de protección que blinda al rey emérito -y que cuesta mensualmente alrededor de 32.000 euros-; ni, mucho menos una orden de extradición ya que se le considera un ciudadano libre y, en consecuencia, goza de toda la libertad de movimientos. De las investigaciones de la fiscalía española se tienen pocas noticias y la incertidumbre sobre su verdadero objetivo está siempre presente y cuestionado.

En este Estado que emplea dos varas de medir, que protege a unos y se ensaña cruelmente con otros, Jordi Turull, Josep Rull, Raül Romeva y Dolors Bassa han cumplido este domingo mil días en una prisión injusta y por unos delitos que no tienen consistencia jurídica alguna pese a la dura condena que recibieron. Una prisión que deja una huella imperecedera pero que no hace más que reafirmarles que los 1.000 días privados de libertad no han tumbado su apuesta por una Catalunya independiente.

Esa es, en parte, la derrota de un Estado que no consigue estabilizar sus instituciones en medio de la zozobra de la corrupción en la monarquía y con el independentismo catalán dividido y enfrentado pero en condiciones de volver a imponerse muy ampliamente en las próximas elecciones catalanas de 14 de febrero.