Que el Tribunal Constitucional está seriamente politizado creo que no lo cuestiona nadie. Tanto es así, que su presidente, Francisco Pérez de los Cobos, fue militante del Partido Popular entre 2008 y 2011. No solo eso, sino que este hecho lo ocultó a la opinión pública en junio de 2013, cuando fue designado para ocupar tan alta responsabilidad. No tuvo más remedio que aceptarlo cuando se conoció semanas después de su nombramiento su antigua militancia política. Un PSOE exhausto y en un evidente declive electoral fue incapaz de exigirle la dimisión alegando, en voz baja, que el deterioro que el TC arrastraba después de la sentencia del Estatut y otros fallos cometidos aconsejaban cerrar con rapidez el debate y pasar página. Se cometió un error, se quiera o no reconocer.

Pero también se sentó un peligroso precedente. Es lógico, por tanto, que años después el PP, con más fuerza política que entonces, quiera ahora repetir y doblar la apuesta. Y su candidato a relevar a Pérez de los Cobos sea el magistrado Andrés Ollero, que durante 17 años -entre 1986 y 2003- fue diputado del Partido Popular en el Congreso. Un período, lógicamente, en que Ollero no solo tenía opiniones políticas sino que las había manifestado plenamente en el Congreso de los Diputados. Tanto es así que se planteó su idoneidad en 2012, cuando fue nombrado miembro del TC, y al año siguiente cuando tuvo que dirimirse en el Alto Tribunal la ley del aborto, del que era un furibundo opositor. El catedrático Javier Pérez Royo escribió un contundente artículo en el que se preguntaba retóricamente "si era razonable que quien ha dedicado dos décadas tan decisivos de su vida a hacer una interpretación en clave política de la Constitución se convierta en el máximo intérprete de la Constitución en clave jurídica".

Ahora, si prospera la intención del PP y no parece que el actual PSOE tenga mucho que decir sobre el particular -de hecho no parece tener opinión propia sobre casi nada- Ollero llegará a la presidencia del TC. Y todo el mundo alabará su independencia y su currículum. ¿Y la hemeroteca?. ¡Ay, la hemeroteca! Esto decía del Estatut en 2006: "Pretenden fabricarnos un Estado [los catalanes] cuyos ciudadanos no gozarán de idénticos derechos fundamentales". "Los redactores del proyecto, convencidos de que son más que un club...". "Como en ningún caso nos hallamos ante vulneraciones constitucionales consumadas, flacidez mediante, tendría que ser Estrasburgo quien acabara poniendo orden en un pintoresco Estado con más de una decena de cartas fundamentales. Pero que nadie se preocupe; lo que hay en juego, según se nos pretende hacer creer, es un mero problema de financiación. Los catalanes, ya se sabe..."

Y, pese a todo, o quizás gracias a ello, el camino hacia la presidencia del TC parece que lo tiene despejado.