Dos meses después de que el president Quim Torra telefoneara al palacio de la Moncloa por primera vez durante estas últimas semanas y lo siguiera haciendo de una manera persistente durante los días sucesivos, Pedro Sánchez ha devuelto la llamada y se han producido a uno y otro lado sendos monólogos durante quince minutos. El actor, humorista y monologuista catalán Joan Capri estaría satisfecho ya que Sánchez es un digno sucesor, habla y no presta atención a nada de lo que se le dice. Parafraseando a Capri, bien podría hacer suya una de las frases que solía decir el humorista: "Si me dediqué al teatro es porque no servía para nada más".

El presidente del Gobierno en funciones ha dado su brazo a torcer para mirar de eliminar una de las piedras en el camino de su negociación con Esquerra Republicana y lograr así los votos suficientes para su investidura en el Congreso de los Diputados. Torra quedó encasillado entre una primera llamada al lehendakari Iñigo Urkullu y el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Nuñez Feijóo. Después llegó el turno del titular de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. Entre los cuatro, menos de una hora y despachados entre las nueve y las diez de la mañana. Obviamente, nadie en Madrid le dará importancia a la falta de respeto institucional que supone encapsular conversaciones con 16 presidentes autonómicos con el único objetivo que la charla con Torra quede diluida en un toma y daca por el control del relato. En medio, y sin que fuera objeto de la conversación, lo que demuestra su superficialidad, la inminente sentencia del TSJC sobre la inhabilitación del presidente catalán por la pancarta sobre los presos políticos colgada en el Palau de la Generalitat.

Sánchez ha aprovechado sus conversaciones con los presidentes autonómicos para rescatar del baúl de las cosas que no parecen pasar de moda la celebración de una reunión anual entre el jefe del Ejecutivo español y todos ellos. No es una idea ni original, ni nueva. Es sobre todo una idea inútil. Quizás estamos a un tris de que se desempolven otra dos ideas que también suelen flotar en el ambiente socialista cuando se trata de marear la perdiz: trasladar el Senado a Barcelona y descentralizar organismos del Estado, enviándolos de Madrid a la capital catalana. El líder socialista no parece entender que con estas zanahorias se avanzará muy poco y que esta pantalla forma parte del pasado.

No hay alternativa a un diálogo franco entre gobiernos que aparque las líneas rojas que impiden acuerdos que permitan abordar la solución al conflicto y que todo ello quede por escrito. Un diálogo sin referéndum, autodeterminación y amnistía acabará siendo una enorme pérdida de tiempo.