Necesitado como está de perseguir cualquier cosa que huela a la soberanía de Catalunya, para no quedar atrás en la campaña electoral española más catalana de la historia, que por si no lo saben ha empezado esta medianoche de Halloween, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha anunciado la aprobación de un decreto del Consejo de Ministros para prohibir la República digital catalana, que decía que no existia. Estrena de esta manera el líder socialista la persecución de la república digital, o sea virtual, como si fuera tan fácil como lo que consiguió su antecesor Mariano Rajoy: impedirla con la amenaza de una represión judicial y policial superior a la vivida y la aprobación del 155. El mundo digital, y de ello quizás Pedro Sánchez aún no se ha enterado, da a los ciudadanos una posibilidades que son imparables y para las que no sirven los 155 al uso por más que se quiera engañar al personal para tratar de aparentar que al independentismo catalán no se le deja ni respirar. El conseller Jordi Puigneró le ha colocado a Sánchez una piel de plátano para que se deslice, imparable, hacia el ridículo.

Y así, se persigue penalmente desde el gobierno español a los miembros de la Mesa del Parlament, empezando por su president Roger Torrent, via Tribunal Constitucional, por permitir la tramitación de una resolución que habla de la autodeterminación de Catalunya y en la que se reprueba a la monarquía. Se lanzan acusaciones infundadas e indemostrables de terrorismo contra Tsunami Democràtic, forzando que se bloqueen sus aplicaciones por parte de Microsoft, y se consigue que, por ejemplo, la emisora británica BBC señale que solo China y Rusia han actuado así para forzar paralizaciones similares por parte de gobiernos que consideraban contrarias a su interés. Y se amenaza a diario con las siete plagas de Egipto cada vez que se toman decisiones respecto a la proyección de Catalunya en el extranjero. Una batalla que España Global ha sido incapaz ni tan siquiera de empatar con presupuestos millonarios.

Y lo más triste del caso es que, para los partidos españoles, Catalunya solo es un campo de batalla electoral no para ganar los comicios del 10-N aquí sino para ganarlos allí. En Catalunya ya han renunciado a ello, por más que digan lo contrario, y lo que se disputan a cara de perro Sánchez, Casado, Rivera y Abascal son los votos en Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura, Aragón, Galicia, Valencia o Castilla-León. Por eso, aunque la campaña solo dura una semana estarán todos ellos más presentes que nunca en Catalunya, aunque ni la vivirán, ni la tocarán, ni concederán entrevistas siempre incómodas a medios catalanes que ni compran el relato de la violencia, ni creen que la sentencia del Supremo haya tenido nada de justa y que defienden la amnistía y el referéndum. Catalunya es tan solo para todos ellos un plató de televisión desde donde unas veces se predica, otras se insulta y otras se amenaza. Y así, cada día.