Hay muchas maneras de medir la represión del Estado español en Catalunya. Una es el desplazamiento de importantes contingentes de fuerzas de seguridad desde el resto del Estado hacia el territorio catalán. El hecho de que las competencias en materia de seguridad ciudadana sean de los Mossos d'Esquadra hace que otros cuerpos, como la Guardia Civil o el Cuerpo Nacional de Policía, tengan una presencia testimonial y escasamente visible. Sin embargo, tanto el Ministerio del Interior como la Fiscalía, con su instrucción a los agentes de que actúen ante cualquier acto relacionado con el referéndum, están haciendo evidente su presencia. Nada de ello, sin embargo, está desmotivando al movimiento independentista: las concentraciones son más numerosas que nunca y la despedida a estos agentes se hace con canciones, flores y en tono festivo. Sin duda, no era esta la respuesta que se imaginaban desde Madrid.

Otra manera de medir la represión del Estado, es la respuesta ante actos como, por ejemplo, las convocatorias municipales a pegar carteles pidiendo a la gente que vaya a votar y vote sí. Por toda Catalunya surgen grupos organizados que se concentran en las plazas y se distribuyen por las calles para poner carteles. Algunos son identificados por la policía; en otros casos, a la mañana siguiente han sido arrancados. Pero al día siguiente vuelven y al otro también. Hay una tercera manera de medir la represión del Estado. ¿Cual es la respuesta a los diferentes mítines que se celebran? Muy importante y muy masiva. Nada que ver con una campaña política convencional.

Pero también hay una última manera de analizar la represión del Estado y es la respuesta política. Es ahí donde Pablo Iglesias y Podemos quieren introducir una cuña que no les deje en fuera de juego en la política catalana y en la española. Aunque ha tardado casi 72 horas desde de la visita de la Guardia Civil a los medios de comunicación, que sin duda no tiene otra lectura que un grave ataque a la libertad de expresión, de opinión, de empresa y, en definitiva, a la democracia que se pretende literalmente arrasar en Catalunya, el líder de la formación morada ha tenido que salir de la zona de confort. Y lo ha hecho con un discurso claro en el que ha relatado que el Gobierno del PP está poniendo en peligro la democracia y los derechos civiles.

Y es que la represión del PP es tan contundente y, además, las previsiones apuntan a que estamos aún lejos del último movimiento del Estado, que Iglesias, Colau y Domènech tenían que acabar situándose en el bando del referéndum del 1 de octubre. Le podrán llamar de otra manera, movilización contra el PP o como les de la gana, pero al final la clave está en si las urnas contarán con las papeletas de los comunes o no. Y cada vez apunta más a que sí y los días que faltan solo pueden incrementar este decantamiento. Colau, astuta, aunque fuera arrastrando los pies, ya dio el paso la semana pasada en un acuerdo que no ha sido explicado pero claro que comporta ayuda municipal en las votaciones. Y el reloj no se detiene.