Después de unas semanas deshojando la margarita, el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha decidido participar en la manifestación de la Diada del 11 de Setembre que organizan las entidades soberanistas ANC y Òmnium. La decisión es especialmente importante por cuatro motivos: será la primera vez que un president de Catalunya participará en la concentración, ya que hasta la fecha se limitaba a recibir a las organizaciones convocantes en el Palau de la Generalitat. En segundo lugar, destaca la importancia del curso político que se inicia, que, según ha manifestado ampliamente, debe culminar antes del verano con la aprobación en el Parlament de las denominadas leyes de desconexión.

En tercer lugar, su presencia en la concentración de Salt y no en la de Barcelona da relieve al hecho de que este año la ANC y Òmnium hayan optado por una Diada descentralizada. La simple presencia de Puigdemont dará una importante cobertura mediática a las concentraciones territoriales, cosa que no estaba garantizada. Y, en cuarto lugar, imprime su perfil propio a la presidencia, una circunstancia con la que parece que se encuentra cómodo desde el primer momento y que no deja de desconcertar a los suyos y a sus adversarios con ese punto de imprevisibilidad que le caracteriza. A diferencia de Artur Mas, a quien la primera concentración multitudinaria, en 2012, le cogió ya como president y descartó su asistencia, Puigdemont ha acudido a todas las celebradas y ha creído que lo mejor era continuar haciéndolo.

Aunque como todas las decisiones no estará exenta de la crítica de los dirigentes políticos que no participarán en la misma, la actitud de Puigdemont no debería chocar a los que le conocen bien. Incluso, quizás, lo más cómodo hubiera sido no acudir el año que está siendo más difícil repetir las cifras de manifestantes apuntados a los diferentes tramos de las cinco concentraciones previstas: Barcelona, Tarragona, Lleida, Berga y Salt. En su decisión habrá pesado también la confianza que otorga a la ANC y a Òmnium en este final de ciclo. Aunque es poco probable que se repitan las cifras de años anteriores, unas concentraciones muy masivas trasladarán al mundo que, por quinto año consecutivo, cientos de miles de catalanes se manifiestan de forma cívica y pacífica en defensa de su derecho a ser un Estado independiente si así lo desea democráticamente la mayoría de la sociedad. Esa es la batalla del día 11 de septiembre: ser o no ser una multitud en la calle.