La ex presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, una dirigente del PP cuyas opiniones siempre hay que escuchar aunque sea para conocer como respira el ala del partido más intransigente aunque se envuelva de un pretendido manto liberal, ha lanzado en Barcelona la especie de que el PP y Ciudadanos se tendrían que fusionar en una gran organización política de centro derecha, ya que ambos partidos son liberales y conservadores. Aguirre ha puesto así negro sobre blanco a uno de los objetivos nunca ocultados del establishment español: para regenerar al PP de los procesos de corrupción, el partido de Albert Rivera tiene que acabar confluyendo con el partido de los Aznar, Rajoy, Sáenz de Santamaría, etc.

La ayuda de todo tipo con la que ha contado Ciudadanos para expandirse como una marca política solvente por la geografía española ya tenía entre sus objetivos impedir que el bloque de centro izquierda fuera superior al de centro derecha, cosa que ha sucedido tanto en las elecciones del 20 de diciembre como en las del 26 de junio. Y así hacer de balanza con el PP ante una hipotética suma de socialistas y Podemos. Cumplida la misión electoral y desarbolados los socialistas, la formación de Albert Rivera ha quedado atrapada por las nuevas circunstancias: un pronóstico de declive electoral y fuera de los centros de poder y control de la política. Pensar que la política se hará desde el Parlamento es un error. Del Congreso de los Diputados emanará el ruido de la política pero ésta se hará desde el Gobierno.

Ciudadanos se ha equivocado no entrando en el Ejecutivo español, en el que este jueves cuando Mariano Rajoy anuncie su nuevo gobierno hubiera podido contar con varias carteras. Eso es lo propio de un partido bisagra y lo que hacen liberales o verdes, por ejemplo, en Alemania. Es cierto que el gobierno desgasta pero nada desgasta tanto en política como ser prescindible. Y eso es lo que puede acabarle sucediendo a Ciudadanos como no juegue bien sus oportunidades, que las tiene, en los próximos tiempos. Y, de paso, que de las televisiones, su gran plataforma pública, desaparezca de la misma manera que apareció.