Que Pedro Sánchez tiene prisa por dejar de ser presidente en funciones es una obviedad. Cerró un acuerdo con Podemos, formación en la que tan solo unas horas antes no creía, para evitar movimientos desestabilizadores en sus filas, algo que con el paso de los días se ha revelado como imposible. En el arranque de la legislatura de este martes, Sánchez mantiene lo que aparentemente es su apuesta preferente, que consiste en sumar al mínimo precio posible los votos de Esquerra Republicana pero sin descartar del todo lo que, en estos momentos, puede ser su plan B —con Sánchez no se sabe cuál es el plan A o el plan B— y que pasa porque el PP y/o Ciudadanos faciliten su investidura.

A esas dos formaciones de derechas se han dirigido algunos de sus últimos guiños, invitándolas a facilitar con urgencia la formación de un nuevo gobierno y asegurar la estabilidad. De hecho, el miércoles se verá con fuerzas de la derecha tras la invitación de Inés Arrimadas. Curiosamente, Arrimadas y Sánchez se han acercado, aunque solo sea aparentemente, el día después que se haya publicado con grandes caracteres tipográficos, que existe malestar en la Zarzuela con la negociación del PSOE con Podemos y Esquerra. Cuando la Zarzuela tiene que filtrar sus intenciones y nadie sale a desmentirlo ni a matizarlo en un diario de papel, apuesten doble contra sencillo a que algo de eso hay.

Mientras, este martes se reunirán la delegación socialista y la de Esquerra Republicana, que ha puesto una marcha corta en la investidura, esperando, quizás, que Sánchez se aclare. También, ralentizando los plazos del PSOE, que quería un acuerdo exprés mientras los republicanos buscan una negociación en toda la regla. Tal como se están poniendo las cosas, les sería útil la figura del notario ya que los socialistas no hacen más que esquivar con buenas palabras y utilizando el factor tiempo las demandas del grupo parlamentario que preside Gabriel Rufián. También se reunirá el PSOE con Junts per Catalunya, una cita que se antoja más formal que otra cosa. Pero la política líquida del momento no permite descartar nada.

En medio de este puzle socialista, los dirigentes que se sienten más incómodos son los de Podemos que, a diferencia de Sánchez, solo tienen el plan A que ya han rubricado con su acuerdo de gobierno con el PSOE. De ahí que aprieten a Esquerra para que se de prisa en cerrar un pacto y los comunes hayan empezado a hablar en serio de los presupuestos de la Generalitat. En política, nadie da nada a cambio de nada y es obvio que aprobar los presupuestos sería una excelente carta de presentación de cara a las elecciones catalanas del vicepresident Pere Aragonès. Juntar todas las piezas antes de Navidad no es ni fácil ni probable por más que Pedro Sánchez insista, sin mover un músculo, en la urgencia de formar gobierno y poniendo solo migajas en la mesa de negociaciones.