¿Vuelve Pedro Sánchez a la casilla de salida de la legislatura? A la espera de lo que acabe diciendo Ciudadanos, que ha sido la pareja de baile del PSOE en las dos últimas prórrogas del estado de alarma —cuarta y quinta—, es lo que cabe pensar del acuerdo alcanzado entre el PSOE y Esquerra Republicana para que la formación independentista se abstenga en la que será la sexta prórroga que se aprobará esta semana en el Congreso de los Diputados. Sánchez, por lo que parece, se encuentra cómodo en la geometría variable de la legislatura y si por razones estrictamente tácticas descartó negociar con los republicanos la cuarta y la quinta prórroga, en esta ocasión han cerrado él mismo y el máximo dirigente de ERC y vicepresident del Govern, Pere Aragonès, el acuerdo.

Más allá del papel hecho público y que concreta como acuerdos para la abstención de Esquerra que el Govern sea autoridad competente en el territorio en la fase 3, un compromiso de que el estado de alarma no se repetirá y el impulso de mecanismos para que las comunidades autónomas participen en la gestión de los fondos económicos procedentes de la Comisión Europea, el problema con Pedro Sánchez siempre es otro: de confianza con la palabra dada. Que por una vez lo que acuerda, firma y anuncia a la opinión pública lo acabe cumpliendo. Y que esto acabe pasando hay muy pocos precedentes.

El cambio de guión respecto a las últimas prórrogas coge con el paso cambiado al president Quim Torra, que este mismo sábado por la mañana había señalado que el Govern no daría apoyo a Sánchez en la votación parlamentaria. Más allá de que los gobiernos no votan sino que lo hacen los grupos parlamentarios y, en Madrid, no hay acuerdo para la unidad de acción, sus palabras, sin duda imprudentes, a la vista está, le dejan en mal lugar.