El mundo de la gran patronal catalana anda más revuelto que nunca. Foment del Treball Nacional atraviesa una vieja y larvada crisis que ha explosionado ante la opinión pública estas últimas horas, después de que su presidente, Joaquim Gay de Montellá, amenazara con la expulsión de una de sus organizaciones, la patronal de Terrassa, Cecot, por competencia desleal, ya que se había expandido más allá de su teórico marco de referencia, el Vallès. Pero más allá del infantil planteamiento de Montellá, hay, al menos, otros dos motivos que deberían inquietarle: el primero, que Antoni Abad, el presidente de la patronal vallesana, ha amenazado con presentarse a las elecciones de Foment que se celebrarán en 2018 para disputarle la presidencia; y, el segundo, la mayor versatilidad de Cecot en sus relaciones con las administraciones, que son excelentes con la Generalitat y más que correctas con el Gobierno de Madrid.

En el plano político, Abad ha ido desplazando la organización desde la distancia habitual de una patronal con el mundo de la política hacia posiciones más sensibles con el espacio independentista, mayoritario en Catalunya. Por ejemplo, su último acto público, La Nit de la Cecot, celebrado el pasado mes de octubre, se convirtió en el primero de homenaje a Carme Forcadell, ya que aquel mismo día se había conocido que la presidenta del Parlament comparecería esta semana como investigada ante el TSJC por permitir que en un pleno de la Cámara se votaran las conclusiones de la comissió del Procés Constituent. Los empresarios, puestos en pie, ovacionaron a Forcadell y Abad expresó su reconocimiento y respeto hacia la presidencia del Parlament.

Todos estos movimientos de la Cecot, no uno solo como se pretende explicar, es el que ha provocado la irritación del presidente de Foment, que no es compartida por muchos de sus asociados, partidarios de rebajar la tensión con la Cecot y también de abrir vías de acuerdo y no de expulsarlos. Además, Montellá aborda esta compleja negociación con la Cecot después de que se haya evaporado una de sus últimas ambiciones que no era otra que ser ministro en el último gobierno de Mariano Rajoy, conformado a principios de noviembre. Si el presidente del Ejecutivo español pensó o no en él es algo que difícilmente sabremos, aunque el aludido sí que creyó que iba a ser así, según llegó a comentar. Es la política.