Debe haber muchas maneras de explicar lo que ha sucedido este jueves en el Parlament de Catalunya, el forcejeo entre Junts per Catalunya y Esquerra respecto a la delegación de voto del president Puigdemont, exiliado en Bruselas, y los diputados de su grupo parlamentario encarcelados en Lledoners: Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull. También debe haber muchas maneras de explicar la disputa entre los partidos independentistas y unionistas, siempre dispuestos estos últimos a recortar la capacidad de decisión del Parlament en aquellas funciones que le son propias por más que el juez Llarena quiera interpretar a su antojo el reglamento de la Cámara. Debe haber muchas maneras de explicar el papel de los letrados del Parlament y si existe inseguridad jurídica para los miembros de la Mesa o no. Y debe haber muchas maneras de explicar por qué la mayoría independentista lleva varios meses jugando al gato y al ratón en una cuestión en la que las posiciones son irreconciliables después de que se rompiera la confianza entre ambos grupos el pasado 30 de enero, cuando se aplazó el pleno de investidura de Carles Puigdemont.

Pero ninguna de estas explicaciones técnicas y políticas son realmente trascendentes para el lector ya que no aclaran ni da respuesta a la madre de todas las preguntas: ¿Está dispuesta la mayoría independentista a romper la legislatura e ir a nuevas elecciones?  O a esta otra: ¿Va a convocar por su cuenta elecciones el president Quim Torra? O a esta última: ¿Va a romperse el Govern y va a quedar Junts per Catalunya en minoría como Pedro Sánchez en Madrid? Y como la política es el juego de intereses solo puedo contestar que no a cada una de las tres preguntas. Entre otras cosas, porque con el espectáculo actual difícilmente estarían mejor en el Parlament y solo cabría contemplar la hipótesis de estar igual o peor. Y eso, con el horizonte de las municipales a la vuelta de la esquina, es algo muy poco halagüeño.

Ya entrada la noche y después de varias horas con el pleno paralizado, lo que sirvió para que el independentismo mostrara en público sus heridas, la sesión ―la tercera del debate de política general― se aplazó hasta la semana que viene. Por discrepancias insalvables para unos y exclusivamente técnicas para otros. Realmente, no es la mejor imagen que puede ofrecer una supuesta mayoría parlamentaria. Y se corre el riesgo de que todo este detalle intrapartidista sea tan y tan agotador para las bases independentistas que la gente acabe decidiendo que una disculpa pública no es suficiente y que lo mejor es que se vayan al rincón de pensar. Ya que, sin duda, tienen mucho trabajo por hacer. Unos y otros.