Dice el refrán que no hay tonto que no se tenga por listo. Y bien se le puede aplicar a Coalición Canaria que durante unas pocas horas ha tratado de jugar una partida para la que no tenía cartas aunque su ambición era máxima. Después de que el único diputado que tienen en el Congreso de los Diputados votara favorablemente la investidura fallida del candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, este jueves se ha levantado con una idea con la que pretendía colar el balón por toda la escuadra: si ellos votaban a favor de la investidura de Pedro Sánchez obtendrían tajada para Canarias -hasta aquí nada reprobable, los votos sirven para esto- y Junts per Catalunya perdía fuerza ya que se podían abstener y no necesitaban votar afirmativamente a Sánchez.

Este quiebro de Coalición Canaria duró lo que un chupa chups a la puerta de un colegio ya que la respuesta de la formación de Carles Puigdemont fue inmediata: no se iban a abstener en ninguno de los supuestos si Sánchez acaba yendo a una sesión de investidura. Su voto será afirmativo o negativo, nunca abstención. En un plis, plas, retorno a la casilla de salida y el voto canario pasó de nuevo a cotizar lo que un bono basura en el mercado de valores. Es lo que tiene la política de los inventos o improvisaciones del último momento. Una gran humareda en la que todo el mundo se fija en el fuego pero detrás de ella hay muy poca cosa. Y, en este caso, unos pocos titulares a primera hora de la mañana que no aguantaron ni lo que en el argot periodístico se dice las noticias de unas nuevas señales horarias.

En este cronograma que se ha trazado de la investidura del presidente en funciones, que Sánchez ha intentado, al menos en dos momentos, que fuera mucho más corto, este jueves ha sido el día en que el inquilino de la Moncloa ha admitido que ya negocia con los grupos parlamentarios la amnistía de los implicados en las diferentes causas judiciales relacionadas con la represión del 1 de octubre y con el inicio de toda la persecución derivada de la Operación Cataluña, que se puede datar en 2012. Con todos ellos, menos con Vox, se va a ir reuniendo una vez Felipe VI le ha encargado oficialmente que busque los apoyos necesarios para presentar su candidatura al Congreso de los Diputados. El País, el diario de papel de cabecera de la izquierda en general, aparecía este jueves con un nada ingenuo titular, el más importante de la portada, que decía: "22 sentencias del Tribunal Constitucional permiten encajar una amnistía". Y un subtítulo en esta misma dirección: "Los fallos del tribunal de garantías y más de una treintena de tratados internacionales han reconocido la validez de la medida de gracia". La información iba firmada por Xavier Vidal-Folch, a quien, dicho sea sin excesiva ironía, realmente le habrá costado tener que dar el paso...

No es poco que el diario de referencia para los socialistas haya tenido que hacer un viraje de esta magnitud cuando hace muy pocas semanas decía que la amnistía era imposible y ahí están todos los titulares que lo atestiguan. Pero bueno, ahora el viento va en la dirección contraria porque un resultado electoral imprevisto e impensable el pasado 23 de julio ha alterado todos los planes que había hasta la fecha y ha abierto escenarios de los que había que echar mano porque no quedaba otra. Porque ¿quién les iba a decir que debajo de unas de las fichas de la partida iba a estar Puigdemont? En este escenario, por más carbón que la derecha ponga en la caldera para que la investidura descarrile, acaba haciendo bastante poco daño. Sánchez y Puigdemont, curados de espantos y acostumbrados a ir siempre al límite de sus opciones, saben que si se caen es porque el acuerdo no haya sido posible o uno de los dos haya cometido un error. La derecha, por más espectáculo que haga, es, por cauces normales, un actor muy secundario, casi irrelevante de la investidura. Otra cosa es si el camino que adopta está fuera de las variables más o menos previsibles.