Clara Ponsatí ha regresado del exilio y se ha plantado en Barcelona sin pasar por el Tribunal Supremo. Pasaban pocos minutos de las 17 horas cuando la eurodiputada y consellera cesada por el 155 comparecía en el Col·legi de Periodistes en medio de una enorme expectación mediática, poniendo punto final a cinco años y cinco meses de exilio entre Edimburgo y Bruselas, entre Escocia y Bélgica, sus dos residencias en este tiempo. Sobre ella pesa una orden de detención en el territorio español que los Mossos d'Esquadra, siguiendo instrucciones judiciales, procedieron a cumplir mientras daba un paseo por el centro de Barcelona y era detenida, en plena calle, por agentes de paisano, que la trasladaron a la Ciutat de la Justícia, donde aún permanece, más de tres horas después, cuando escribo este artículo.

Es evidente que se ha producido una situación judicial de escarnio personal a Ponsatí y de vulneración de la inviolabilidad de la que goza como diputada del Parlamento Europeo y que está plenamente reconocida. El magistrado Pablo Llarena está detrás de esta violación de derechos de una eurodiputada, en una acción que deja a España, por más que sus instituciones y su Gobierno miren hacia otro lado, en una posición extraordinariamente incómoda al no haber respetado la inmunidad de la que goza Ponsatí. Se pone así de manifiesto lo que muchos sospechan: ¿si esta es la actitud con una eurodiputada sobre la que pesa tan solo una orden de detención por desobediencia, que no supone prisión, qué no harían con el president Carles Puigdemont sobre el que pesa también malversación con una petición muy elevada de años de cárcel?

Ponsatí, animada, beligerante y provocadora, o sea en su estado más natural, compareció para plantar cara a la injusticia, criticar la represión del estado español y denunciar la inacción de las instituciones catalanas, empezando por el Govern del president Aragonès. Lo hizo acompañada de su mochila azul, la misma con la que emprendió viaje al exilio el día 28 de octubre de 2017; en esa pequeña bolsa puso todas sus cosas personales e inició un camino, entonces desconocido. Ponsatí encarna para muchos la radicalidad y la exiliada con el discurso más desafiante y más crítico con lo que ha sucedido en Catalunya desde 2017. Quizás por eso, aunque concurrió como independiente en la lista de Junts per Catalunya no se ha afiliado nunca al partido y ha hablado con una voz propia e incómoda para su formación en muchas ocasiones. Ello no ha sido óbice para que la plana mayor de la formación le acompañara en este día y se desplazara hacia la Ciutat de la Justícia para apoyarla.

Ponsatí cruzó la frontera en coche por la frontera de La Jonquera a primera hora de la tarde como un visitante más y sin que los servicios policiales detectaran su presencia pese a que en la preparación del operativo hace días que se estaba trabajando y mucha gente sabía de su regreso. Aunque cruzó en coche por la autopista de La Jonquera, no era esa su primera intención, que tenía un punto más de intencionalidad política. Su primera idea era regresar por La Vajol, en el Alt Empordà, por donde salió hacia el exilio el 5 de febrero de 1939 el president Lluís Companys y José Antonio Aguirre, el lehendakari del gobierno vasco. Unas horas antes de aquel 5 de febrero de 1939 lo habían hecho también Manuel Azaña, presidente de la República española, el entonces presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio y Juan Negrín, presidente del Gobierno.

La eurodiputada, que ha sido especialmente activa contra el cierre de los pasos fronterizos entre España y Francia reclamando su apertura inmediata por el daño que supone a los residentes a uno y otro lado de la frontera, abandonó el lugar de la Catalunya Nord en que había pasado la noche del lunes al mediodía del martes. Y lo hizo en dirección a La Vajol con la intención de entrar en la Catalunya Sud por este puesto fronterizo. Las enormes piedras colocadas para impedir el paso de vehículos no le permitieron seguir ruta por esta carretera pero la eurodiputada bajó del coche y para la historia queda que los primeros pasos después de su largo exilio fueron en un lugar emblemático y de tantos recuerdos.