El independentismo catalán protagonizará este sábado nuevamente una importante movilización, en esta ocasión en la capital de España, donde se sitúa el epicentro de la represión jurídica, policial y política que ha sufrido y que retiene a nueve presos políticos en las cárceles madrileñas, en prisión provisional. Más de 500 autocares, según los organizadores, se espera que se desplacen a Madrid y aunque la gran mayoría habrán salido de Catalunya, un centenar procederán de diferentes lugares del Estado español. La manifestación tiene como lema la defensa del derecho a la autodeterminación pero es obvio que el mensaje es mucho más amplio: desde la libertad de los presos políticos hasta el final de la represión; desde la denuncia de la pérdida de libertades hasta el retorno de los exiliados; desde la preocupación por un retorno del franquismo sociológico a la vida política hasta una denuncia por el silencio de la autodenominada izquierda, tan timorata a veces como la propia derecha.

Desde la fuente de Neptuno, lugar de concentración, hasta Cibeles, haciendo el recorrido por el paseo del Prado, en total, un kilómetro de distancia. A ambos lados, el Madrid más oficial, aquel que es la esencia de cualquier estado: desde el  sitio de concentración, a la derecha, el monumento a los caídos por España, la Bolsa de Madrid, el Museo Naval, Correos, el Cuartel General de la Armada... y, a la izquierda, el Banco de España, el Congreso de los Diputados, el Museo Nacional Thyssen Bornemisza, el teatro de la Zarzuela, el Instituto Cervantes... Y no muy lejos de la Cibeles, donde estará situado el escenario de los parlamentos que se llevarán a cabo, la plaza de la Independencia, no de Catalunya, claro está, y que alberga la Puerta de Alcalá.

Aunque, obviamente, no será una de las manifestaciones más multitudinarias del independentismo sí que va a acabar teniendo importancia en la agenda política. La presencia de una parte muy significativa del Govern en la misma y de las dos máximas autoridades de Catalunya, los presidentes de la Generalitat y del Parlament, es todo un pulso al gobierno español y una señal de alerta ante un juicio que pese a que van cayendo una a una las acusaciones, no parece que se note mella alguna ni en la justicia española, ni en su clase política, ni en sus medios de comunicación. Todos ellos obsesionados en llevar a cabo un escarmiento de un movimiento pacífico que ha hecho de la reivindicación de votar en un referéndum el punto común de acuerdo de varios millones de catalanes y de una indiscutible mayoría política y social.

Con esta bandera del diálogo y con una larga historia a sus espaldas, el independentismo catalán pide nuevamente una solución acordada a sus reivindicaciones, que no puede ser otra que un referéndum. Que nadie se equivoque y sobre todo, nuevamente, en Madrid: una negociación que dé respuesta a lo que se pide en la cabecera de la manifestación, no otra cosa que vuelva a situar el conflicto en el kilómetro cero, donde ha estado siempre. Porque, por cansino que sea, el independentismo catalán no se va a cansar ni va a volver a casa aparcando durante una generación o más sus reivindicaciones. El actual punto muerto, han dicho más de una vez sus dirigentes, no es un paso atrás sino un rearme para seguir avanzando. Y, en este contexto, Madrid es, utilizando el lenguaje del ciclismo, una meta volante.