Esto de los indultos está sacando entre la clase política española lo peor de cada uno. De los que se oponen, obviamente, porque lo hacen, entre otras cosas, animados por un anticatalanismo visceral y un electoralismo barato después de una sentencia del Tribunal Supremo injusta. Pero también del PSOE y del presidente del Gobierno, que, en su afán por adoptar una medida en la que no parece creer y que acaba aplicando por una combinación de necesidad de mayoría parlamentaria y por avanzarse al tsunami de rectificación judicial que viene de Europa, quiere adelantarse y, de paso, contentar a las cancillerías europeas, que hace mucho tiempo que se lo venían reclamando.

Este miércoles, en esta especie de peregrinaje que ha iniciado Pedro Sánchez para justificar los indultos ante la opinión pública española, ha pronunciado desde la Casa Rosada de Buenos Aires, tras una entrevista con el presidente argentino Alberto Fernández, unas palabras enormemente graves, injustas, falsas y dolorosas. Ha pedido a los españoles comprensión ante los indultos y magnanimidad. O sea, benevolencia. O sea, clemencia. O sea, generosidad.

Habrá que cerrar la radio, la televisión y cualquier declaración que desde el Gobierno se pueda hacer desde ya mismo hasta el día que se concedan si este es el nivel explicativo de lo que entiende la Moncloa por los indultos a los nueve presos políticos. Es un acto de gracia en manos del Ejecutivo, que puede hacer o no hacer. Pero hacer pedagogía no es reclamar a los españoles magnanimidad, sino explicarles que hay un conflicto entre Catalunya y España que los indultos no resuelven, y que el Gobierno quiere corregir una situación que cree injusta. Eso, seguramente, no da votos. Pero no se equivoque, señor presidente: los españoles no quieren ser magnánimos con los presos independentistas, pero estos tampoco quieren el perdón por parte de los españoles que están en contra de los indultos porque, como han repetido más de una vez, no han cometido ninguna ilegalidad, el juicio distó mucho de ser una vista neutral y, al menos unos cuantos, ya han dicho que lo volverán a hacer.

Después de lo que ha padecido en los últimos años y lo que le queda por sufrir al independentismo entre juicios y multas millonarias —hacer el calendario de este final de mes entre los indultos (seguramente, el día 22), la comunicación de la multa millonaria del Tribunal de Cuentas a una treintena de responsables de la Generalitat y de la política exterior (probablemente, el 29) y la entrevista entre Sánchez y Aragonès (en principio, antes de que acabe el mes)— este discurso impúdico del PSOE expresa los límites de la realpolitik que hay en Madrid. A todo ello, como se ve, lo que queda del mes de junio se está convirtiendo en un encaje de bolillos para que los indultos tengan algo de aire en Catalunya y el mínimo desgaste para el PSOE en España.