La política tiene a veces desenlaces imprevistos y uno de ellos es que tras el peor resultado del espacio que ocupa Junts per Catalunya, que solo ha conseguido 7 diputados y ha obtenido menos de 400.000 votos, un exiguo 11,16% de los sufragios en las elecciones generales de este domingo, tenga en sus manos la investidura del próximo presidente del gobierno de España. Todo el mundo le reconoce a Junts esta posibilidad, aunque, también es verdad, todo el mundo anda muy perdido sobre qué pasará con la llave que le ha facilitado la coyuntura política a los de Carles Puigdemont. Y ello por varios motivos: ¿Tiene Junts per Catalunya algún aliciente para llegar a un acuerdo que facilite una investidura a la presidencia del Gobierno? ¿Tiene el PSOE algún margen para hacer concesiones básicas para el independentismo o le es más fácil ir a una repetición electoral? Y, finalmente, ¿un Partido Popular y, sobre todo, un Feijóo con la cabeza oliéndole a pólvora puede reunir una mayoría imposible contando con los votos de Vox pero dejándole fuera de cualquier ecuación?

Puigdemont tiene, ciertamente, la llave de la Moncloa en lo que, desde Madrid, se entiende que es toda una provocación, ya que por una u otra circunstancia no consiguen pasar página a lo que supone políticamente hablando el president en el exilio. Quizás por ello la Fiscalía no ha tardado ni 24 horas en pedir al Tribunal Supremo y al magistrado Pablo Llarena que emita una orden de busca, captura e ingreso a prisión contra Puigdemont y Toni Comín, al margen de pedir la reactivación de otra euroorden después de constatar, que, según la sentencia del Tribunal General de la Unión Europea del pasado 5 de julio, los dos políticos en el exilio no disfrutan de inmunidad parlamentaria. El aparato judicial siempre acompasa sus movimientos con los tiempos políticos y no pierde ocasión de levantar la mano recordando que ahí está. Que no se ha olvidado y que tampoco olvida.

Tengo la impresión de que pese a las dificultades existentes y el escaso pasillo para alcanzar acuerdos que existe, Puigdemont va a querer jugar la partida. Waterloo espera llamadas y si se producen, jugará la partida. En Moncloa, previsiblemente, ya saben qué tienen que hacer y con quién tienen que interlocutar si quieren salir de la parálisis. También saben que va a haber un principio de realismo ante una hipotética negociación. Realismo independentista, claro está. No unionista. Y que la partida es política, de solución del conflicto y también judicial. Este último punto es poco menos que la cuadratura del círculo: ¿puede haber amnistía sin amnistía? Ya se ha visto, además, que los jueces reinterpretan la legislación de las Cortes a su conveniencia y, en este aspecto, su distancia y enemistad con Sánchez es alta.

Con el Partido Popular y Feijóo, que no tienen aparentemente juego, sería, a lo mejor, diferente. Su conexión con la judicatura es mayor y el pragmatismo de la derecha por alcanzar el poder pasa muy por encima de los principios, como ya demostró en su día José María Aznar. Pero sobra Vox y no hay manera de sacar a la ultraderecha de la ecuación. Feijóo paga aquí el pecado de creer que sumaría con Vox y las políticas, empezando por la lingüística y la cultural. En política nada sale gratis y abandonar el centro para Feijóo no ha sido un buen negocio, como constata ahora. Veremos qué entiende Junts por realismo cuando su situación real es de quinto partido en Catalunya tras las elecciones del domingo y habiendo perdido alrededor de 150.000 votos respecto a las elecciones municipales celebradas hace algo menos de dos meses.

Tener la llave es importante, sin duda. Y por eso hablan de ello todos los analistas, medios de comunicación nacionales e internacionales. Que nadie se equivoque: si para algo está preparado Waterloo es para resistir las presiones políticas y mediáticas ya que lleva muchos años ejercitando el no. Esa fase ya la ha pasado y en condiciones mucho más difíciles. Sánchez ha dicho que no quiere ir a una repetición de elecciones. Veremos si es una estrategia o va en serio. Porque, en la otra cara de la moneda, también está el que de poco sirve al final la llave si no se pone en la cerradura adecuada, ya que no se abre la puerta. Por eso, la partida que aún no se ha iniciado en serio y de la que solo hay escarceos preliminares es tan interesante. Y no tiene una lectura fácil y sencilla de blanco o negro como tanto gusta en Madrid.